Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 20 de marzo de 2017

No es fácil ser un hombre


Hay un poema de Rudyar Kipling, bastante pomposo y solemne, que podía ser resumido de esta manera, según una escritora de cuyo nombre no me acuerdo: “Si sabes callarte cuando sufres o tienes dificultades… Si te burlas de lo que los demás piensen de ti y dicen a tu espalda… Si sigues teniendo la cabeza sobre los hombros incluso cuando estás enamorado… Si puedes tener problemas de dinero y complicaciones profesionales sin caer en la más negra depresión… Tú serás un hombre, hijo mío…”.

No cabe la menor duda de que el escritor y poeta británico desconocía la angustia del hombre privado de trabajo. Muchas han sido las veces en las que he escrito que el desempleo le puede pegar al hombre en sus mismísimos. Y a partir de ahí no debe resultarnos sorprendente que se le agrie el carácter hasta el punto de convertirse en lo más parecido a Don Quintín El Amargao. Es decir, en un tipo irascible a tiempo completo y naturalmente haciéndole pasar el Equinoccio a su pareja.

La pareja de la que voy a hablar, y cuyo nombre no mencionaré por razones obvias, es una mujer que sigue llamando la atención por su físico y por hablar cuando la ocasión lo requiere con una claridad meridiana. Llegó al matrimonio con perfecto dominio del tálamo. Y entre bromas y veras confesaba años atrás entre sus conocidos íntimos, que el haber conquistado a su marido era lo mejor que le podía haber ocurrido en su vida.

En ocasiones, cuando mi amiga se ponía a tono con el vino durante la comida y en la sobremesa se pedía el güisqui de rigor, dejaba caer en la conversación el arte que se daba su hombre en el asunto del querer. Hablaba de los prolegómenos con insinuaciones medidas y precisas. Que todos entendíamos y a ninguno molestaba. Formaban un matrimonio dichoso en todos los sentidos. De hecho, mientras ella se jactaba de serlo cuando la ocasión le era propicia, a él se le alegraban las pajarillas.

Pues bien, el martes pasado me crucé con ella en la calle. Tras haber estado mucho tiempo sin vernos y por tanto sin hablar. Mi amiga, con muchos menos años que yo, sigue siendo mujer de las que suelen acaparar la atención de hombres y mujeres. Que se vuelven a mirarlas a su paso. Pero ha perdido parte del apresto que tenía no ha mucho. Y que sólo advertimos quienes disfrutamos de su amistad y de su modo de ser otrora. En todo momento dispuesta a contagiarnos su alegría y su felicidad.

Tardó nada y menos en ponerme al tanto de su situación. Cuando llegó la crisis económica su marido se fue viniendo abajo... Comenzó a ponerse mustio y lo peor es que no permitía ningún tipo de ayuda. Parecía una fiera enjaulada y repleta de susceptibilidad. Así que ella decidió usar la mano izquierda con el fin de irlo metiendo en la muleta de la recuperación. Pero no sólo ha fracasado sino que las cosas han ido a peor. Y, por si fuera, poco, su marido parece emasculado. No es tan fácil ser un hombre sin ingresos económicos adecuados.






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