Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Periodismo de calle



Tomando el aperitivo en el Hotel Ceuta Puerta de África, raro es que yo no halle a personas dispuestas a charlar conmigo. Lo cual me alegra muchísimo. Dado que yo sigo escribiendo y me encanta por tanto hacer ese periodismo de calle que tanta aceptación tiene entre mis lectores. Además es estupendo hablar de personas con las que convives y frecuentas muchas veces.

El pasado martes, a esa hora vaga de mediodía, alguien quiso saber cómo es posible que a mi edad yo siga publicando diariamente un artículo. Y le respondí así: Yo trato de mantenerme lúcido, evitando volverme una ruina humana. Haciendo lo que me gusta y de la mejor manera que puedo. Lo único que me puede retirar es una enfermedad.

Mi interlocutor, a quien aprecio de veras, sabe perfectamente que con el tiempo se pierden capacidades, sin duda; pero también es consciente de que en mi caso la lucidez y el espíritu crítico se resisten a abandonarme, y no duda en decírmelo. El halago me satisface, viniendo de quien siempre ha dado muestras evidentes de usar la lisonja como el avariento la dádiva.

El hablante es un hombre que ama de veras los libros, así que es un lector pertinaz, amén de ser inteligente y hablar claro. Cuando tratas con  él  te das cuenta del mucho trabajo que le cuesta ser ceremonioso. Por lo cual nunca sería tachado de ser más cumplido que un luto. Y, desde luego, sigue siendo un tipo de fiar. Es decir, de los que son incapaces de Juntar chinitas con los pies. Vamos, que no pertenece al gremio de los acostumbrados a preparar disimuladamente una traición.  

Durante la charla salió a relucir el amor propio. Y yo  me mantuve en mis trece: citando de memoria lo que dijo Alberto Moravia, escritor italiano: El amor propio es un curioso animal que puede dormir bajo los golpes más crueles, pero que se despierta, herido de muerte, por un simple arañazo. Y no hace falta poner ejemplos al respecto.

En fin, que el arte de la convivencia no es más cosa que la buena maña de saber ganar o perder sin descabalgar la sonrisa. Procurando por todos los medios no mentar eso de que la risa va por barrios, por mucho gusto que dé airearlo, que sí lo da; aunque no deja de ser un placer pernicioso. A mí, la verdad sea dicha, me pone más pegar la hebra con las personas con las que convivo y luego hacerles el artículo. Como es el caso de hoy.

¡Ah!, si no menciono el nombre de mi interlocutor es porque él no lo desea.Y uno es hombre de palabra.









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