A las
doce de la mañana el Hotel Ceuta Puerta de África está abarrotado de afiliados
y simpatizantes del Partido Popular. En la sala de estar del establecimiento
sólo se habla de la reelección de Juan
Vivas como presidente del partido. Funcionan los corrillos y en ellos sale
a relucir la necesidad que existe de trabajar en pro de una Ceuta española,
europea y moderna.
Una Ceuta donde sobran las medias tintas. Y en la cual ha de
primar la ley por encima de quienes tratan de convertirla en lugar
donde les pueda ser fácil incumplirla a cada paso. De no ser así, los hay
convencidos de que esta ciudad se irá debilitando hasta extremos insospechados.
De Juan Vivas se habla bien. Lo cual no es
obstáculo para que se expongan sus debilidades, sus manías y su forma de
enfrentarse a situaciones que a lo mejor merecían otro tratamiento. Pero se le
reconoce que no es fácil caerle bien a todo el mundo cuando se lleva 16 años
como alcalde.
Y hasta surge la pregunta: ¿acaso hay alguien -actualmente- capacitado
para disputarle el puesto en las urnas? La repuesta es que no. Un no rotundo
que nadie rebate. Y que a Vivas le permite decirnos que está sobrado de fuerza
e ilusiones para continuar. Es lo que me transmite cuando accede a saludarme.
Yo lo encuentro pletórico de optimismo y de ganas de continuar.
Tras despedirme de Juan Vivas tomo asiento
junto a Emilio Carreira, Javier Romaguera y Juan Carlos Trujillo. Y
disfruto de lo lindo escuchando atentamente cómo JR no se corta lo más mínimo en poner los puntos sobre las íes a un
asunto propuesto por su partido de toda la vida.
De no haberse declarado Javier hincha del Barcelona le habría
dedicado todo este escrito. Eso sí, mi estima
por él ha aumentado. Por una razón muy sencilla: me agradan sobremanera las personas que no se muerden la lengua cuando lo creen oportuno.
En cuanto a Emilio Carreira, en vista
de que nuestra conversación ha sido literaria y nos hemos recomendado libros,
le he prometido que el martes, si nada lo impide, le voy a prestar París, 1919. El apasionante y
pormenorizado relato de unas negociaciones en que se decidía sin compasión el
destino de las más diversas naciones hace de París, 1919, un libro fundamental para entender los conflictos del
siglo pasado y descubrir la cara oculta y poco amable de la diplomacia
internacional.
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