Don José Flores González Camará fue un torero cordobés cuyos deseos de convertirse en figura principalísima de la
tauromaquia no se cumplieron y decidió ser empresario y apoderado. Y acertó
plenamente. Puesto que casi todos los toreros representados por él lograron fama y dinero. Un día
le preguntaron a Camará cuál era la
mejor disposición para dirigir la carrera artística de un chaval que quisiera
ser torero. Y don José, que era muy
dado a las sentencias, parece ser que se expresó de tal guisa: “Que sea
huérfano de padre”. Es decir, que el famoso apoderado estaba ya hasta los…
mismísimos de tener que soportar a los progenitores de algunos de sus
poderdantes: jartibles hasta producir aburrimiento.
Cuando
en la temporada 1979-80 la Federación Española de Fútbol implantó la norma de los Sub-20, consistente en tener que alinear a dos jugadores de esa edad en
Segunda División A y B, lo primero que yo hice es buscar jóvenes con
cualidades suficientes para ser titulares y así no tener que cambiarlos a los
pocos minutos de juego. Lo cual acabó convirtiéndose en otra norma. Verdad es que a mí me acompañó la suerte. Pero tampoco es menos cierto que yo supe
adelantarme a los acontecimientos y todo me fue mucho más fácil.
El éxito de
aquellos futbolistas –Sub-20-, unido a que antes de esa medida –absurda- yo
había sido muy dado a darles oportunidades a los jóvenes, hizo que muchos
padres acudieran a mí para recomendarme a sus hijos. Ni que
decir tiene que siempre recibía a los progenitores con la mejor de mis sonrisas, la
mano tendida, y naturalmente dispuesto a escucharles atentamente. -Mire usted,
De la Torre, mi hijo juega como los ángeles… A veces me emociono viéndole poner
el balón con su pierna zurda en el sitio preciso. Su pierna izquierda, para que
se haga usted una idea, es mejor que la tan celebrada de Rogelio el del Betis. Y
así podría ir enumerando detalles de las entrevistas mantenidas con padres de
futbolistas que me las solicitaban.
Pues
bien, casi todos ellos, salvo honrosas excepciones, terminaban su exposición
más o menos así: Me gustaría decirle que mi hijo, dada su clase, no es de los
que corren mucho... Y es que no lo necesita... ¿Lo entiende usted, señor De la Torre? Y yo veía el cielo abierto para despedir a
esos padres con afabilidad y con la
oportuna frase hecha: “No se preocupe usted que... a partir de ahora yo seguiré con mucha atención las actuaciones de su hijo".
Los
padres de los hijos que suelen jugar muy bien al fútbol no se distinguen por
darles la tabarra a los entrenadores ni tampoco son capaces de pegarse en un campo de fútbol como ha sucedido recientemente. Así que en cuanto me enteré de la vergonzosa batalla campal ocurrida en Alaró (Mallorca), lo primero que
me acordé fue de la sentencia de don José Flores González Camará. Y es que hay
padres de futbolistas que, además de jartibles, se comportan como energúmenos.
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