Nada
más leer que el Pleno de la Asamblea había dado el visto bueno a la propuesta
del Gobierno para concederle la Medalla de la Autonomía 2017 a Antonio Cruces Ruiz dije para mis
adentros: merecido galardón el que le será otorgado a un empresario fetén.
Un tipo
dispuesto en todo momento a prestarle atención a quienes lo abordaban –y lo
seguirán abordando- para solicitarle su ayuda. Sus empleados fueron siempre los
mejores articulistas de su bonhomía.
La
hombría de bien de Antonio
Cruces la vislumbré yo la primera vez que hablamos en el Hotel La Muralla, tras serme presentado
por otro amigo a quien suelo mencionar a cada paso para que su memoria
permanezca vivita y coleando entre nosotros.
Pues
bien, válgame el introito para contarles por encima algo más mundano –dado que ACR no
ha sido capaz siquiera de inventar la fórmula para levantarse todos los días
sin deseos de trabajar- acerca de este empresario a quien le gustaba
sobremanera dejarse ver por la noche. Y debido a que yo era también un
noctívago impenitente, coincidíamos muchas veces, allá por los ochenta/noventa, en sitios donde se le
pudiera hacer un monumento a la tranquilidad.
Íbamos
buscando el sosiego suficiente para tomar la copa de la amistad. Acompañada de
la charla variada y, naturalmente, de las miradas discretas y siempre tan
deleitosas. Mi amistad con Antonio
Cruces no ha mermado aunque nos veamos de higos a brevas. Tan de tarde en
tarde que ya no recuerdo cuando fue la última vez.
Ahora
bien, cuando coincidamos otra vez, y espero que sea pronto, volveré a decirle a mi amigo
que tiene trazas de cachondo sentimental… Y Antonio no dudará en mirarme con esa indiferencia tan suya, teñida
de azul. Y quizá remate la faena con una
revolera que tiene muy lograda: “Manolo,
conmigo dejate de Pamplinas... de la Plaza Mina".
Si alguien me pidiera una frase con la que definir una de las cualidades que adornan a Antonio Cruces Ruiz, yo no tendría el menor inconveniente en decir que tiene el don de escuchar. El cual es muy importante: más que hablar, más que dar, más que hacer.
Si alguien me pidiera una frase con la que definir una de las cualidades que adornan a Antonio Cruces Ruiz, yo no tendría el menor inconveniente en decir que tiene el don de escuchar. El cual es muy importante: más que hablar, más que dar, más que hacer.
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