Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Beatriz y sus amigas

El sonido del teléfono me saca del estado de amodorramiento en que me hallo tras haber comido. Descuelgo el aparato con el ceño fruncido y dispuesto a ser poco complaciente con alguien que me quiera vender alguna ganga o que me pida mi opinión acerca de si a los catalanes se les debe permitir que voten libremente sobre separarse o no de España. Pues me habían dicho que ya hay encuestas al respecto. Pero fue oír la voz de Beatriz y salir de mi letargo.

-Dime, querida amiga...

¿Que si molestas?

-Tú no molestas nunca.

Verás, Manolo, estoy en la Plaza Mayor de mi Salamanca, pasándomelo muy bien con varias amigas durante una sobremesa en la cual estamos esperando el café y la copa. Una tuna ameniza el ambiente. Y he creído oportuno charlar contigo para decirte que ayer por la noche le conté a mi padre que había conocido en Ceuta a Manolo de la Torre. Y que me había causado una magnífica impresión. Y mi padre, pasado unos minutos, me dijo que eso nombre le sonaba de cuando él estuvo como contable en una fábrica textil en Béjar.

Pues sí, Beatriz, yo estuve en Béjar cuando finalizaban los cincuenta y comenzaban los que fueron inmortalizados como 'los felices sesenta'. Y te diré más: cada vez que podía me iba a Salamanca a vivir el ambiente extraordinario que se respiraba en esa Plaza Mayor en la cual tú estás ahora disfrutando de lo lindo con unas amigas. Y, conociéndote, seguro que me has llamado para ponerme al tanto de parte de la conversación que estáis manteniendo.

Así es. Todo principió cuando me preguntaron mis amigas por cómo me lo había pasado en Ceuta durante mis vacaciones. En cuestión de tú ya sabes... Y les dije -conociendo como ellas suelen evaluar, calificar e intercambiar confidencias con estadísticas acerca de los asuntos del querer- que tuve la suerte de tropezar con un varón cuya faena fue un éxito rotundo. Y que había sido merecedor de trofeos. Y me expresé así.

Una oreja equivale a un momento agradable, pero que no vale forzosamente la noche entera. Dos orejas. Ocasión interesante, buena relación/calidad tiempo. Tres orejas: asunto excepcional, merece el fin de semana y aún más. Que fue lo que me pasó a mí con Rogelio. Un ceutí a quien nunca olvidaré. 

Mis palabras, aderezadas  con algunos detalles íntimos, causaron una reacción indescriptible. Hubo un momento en el cual si a alguna se le hubiese ocurrido encender una cerilla hubiera salido volando todo el restaurante. Ah, lo de las tres orejas fue acogido con tanta expectación que ya están soñando con veranear en Ceuta. Y yo, como no podía ser de otra manera, me he comprometido a hacer de guía.






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