Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Chiquito de la Calzada, Vila y Junqueras

Ha muerto Chiquito de la Calzada. Cuyo humor conocimos en los años noventa cuando la Unión Soviética habia dejado de existir, poniendo fin a la guerra fría y la política de bloques, pero dejando también una estela de conflictos nacionalistas en el este de Europa  y los Balcanes. Los nacionalismos siempre fueron motivos de desgracias y de crímenes horrendos. Sus militantes carecen de sentido común y son capaces de quedarse tuertos con tal de dejar ciegos a quienes consideran que son una raza inferior a ellos. Chiquito de la Calzada fue capaz en aquel tiempo de alegrarnos la vida con un humor tan elaborado a veces como improvisado casi siempre. Indudablemente, cuando rezumaba espontaneidad por todos los poros de su cuerpo salía a relucir el humorista de genio y no de oficio. El que nos hacía reír a mandíbula batiente. Hasta el punto de que llegó un momento en que  Chiquito de la Calzada nos hacía reír tanto que nos hacía pensar que estar todo el rato riendo es como estar todo el rato llorando; monstruoso. Por tal motivo, González Ruano dijo que no comprendía muy bien el humor como género. Descanse en paz este mago del humor más limpio.

Santi Vila, exconsejero del Gobierno catalán, estuvo doce horas en la cárcel y salió de ella aterrado. Diciendo que ese trago no se lo desea ni a su peor enemigo. El hombre, según he leído, se pasó toda la noche con los ojos abiertos de par en par, mirando el reloj y poseído por un canguelo que llegó a producirle taquicardia. Las cárceles son todas horribles. Pero las de ahora no tienen nada que ver con la que yo conocí en los años sesenta. Por ejemplo: la cárcel de mujeres y de hombres en prisión preventiva de El Puerto de Santa María. En cuyo solar se construyó en su día Los Cántaros: hotel extraodinario. Y que yo recomiendo. Aquella cárcel, situada en una plaza cercana a la Ribera del Marisco, era un infierno. Un verdadero infierno. Un mundo de presos enloquecidos que esperaban juicio para ser confinados en El Penal. Los hombres dormíamos en una nave donde la humedad era tan severa que en invierno permitían que se avivara un fuego en el centro de la estancia, mantenido con leña. Los gritos e insultos de las mujeres enchiqueradas resonaban en el silencio de la noche. Hasta que los funcionarios decidían poner orden... En el patio de la prisión sólo daba un día el sol. En fin, que las quejas de Santi Vila me parecen excesivas.

Oriol Junqueras, en cambio, parece ser que se ha adaptado perfectamente a su vida como preso. Lo primero que decidió es ponerse el uniforme de la prisión. Tal y como lo hiciera Luis Companys en El Penal de El Puerto. Gesto que, sin duda, le habrá facilitado la convivencia en el centro penitenciario de Estremera. Para combatir la monotonía -pues en la cárcel cada día es igual al anterior, y al que sigue, y al otro y al otro y cada hora idéntica a la que ya ha pasado y a la que está por venir- el presidente de Esquerra Republicana, religioso y furibundo independentista, vivirá dedicado a la lectura y a la escritura. Ahora bien, lo que no entiendo es por qué al político catalán lo comparan con un oso. Y me explico: "el oso es bestía mítica y sentimental, errabunda y golosa, atlética y literaria, que pasea por el monte sin meterse con nadie, castrando colmenas, pescando truchas y partiendo nueces. El oso es animal serio y consuetudinario, solemne y digno y poco amigo de improvisaciones, promiscuidades y modernismos". En rigor, si yo fuera un oso me sentiría ultrajado por la comparación.

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