Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 14 de noviembre de 2017

Debate permanente

Es motivo de debate permanente el relacionado con los entrenadores de fútbol que vienen actuando desde hace años en los mejores equipos del mundo sin haber demostrado sus conocimientos en clubes modestos de categorías inferiores. Bien en Tercera División, Segunda División B, o incluso en la A. Tal controversia viene de lejos. Por no decir que ha existido siempre.

En julio de 1973. Asistí yo al Curso Nacional de Entrenadores de Fútbol celebrado en el INEF de Madrid. En aquel tiempo las federaciones regionales no tenían autonomía para organizarlos. En régimen de internado compartí prácticas y exámenes diarios con jugadores de la talla de Luis Aragonés, Luis Costa, Francisco Gento, José Manuel Tartilán... 

Todos los alumnos reseñados, y muchos otros, jamás habían entrenado y además vivían en ciudades donde las respectivas escuelas de entrenadores contaban con los apuntes de los temas teóricos que iban a tratarse durante el curso. De modo que los alumnos pertenecientes a las escuelas de Barcelona, Sevilla y Madrid gozaban de un privilegio extra.

En mi caso, accedí a la convocatoria tras haber salvado a la Asociación Deportiva Ibiza del descenso. Me contrataron doce partidos antes de terminar la competición y puntuamos en once encuentros. Lo cual nos permitió pasar del último lugar de la clasificación a los primeros puestos. Conviene recordar que el grupo estaba formado por equipos como Tarragona, Lérida, Gerona, Levante, Alcoyano, Mestalla, Barcelona Atlético, Gerona, Villarreal, etcétera. Era, sin duda, lo más parecido a la segunda categoría del sistema de Liga 2 actual.

Luis Aragonés y Luis Costa habían hincado los codos en lo tocante a los temas teóricos. Pues contaban con los apuntes de marras. Y además confiaban ciegamente en sus conocimientos tácticos y técnicos en lo concerniente a los exámenes prácticos. Aragonés apenas hablaba con nadie. Daba la impresión de ser tan esquivo cual poco sociable. Pero esa era la careta que usaba para eludir conversaciones con quienes no deseaba. Costa era más accesible a primera vista. Y más nervioso.

Pues bien, LA, al segundo día de estancia en el INEF, se dirigió a mí para decirme que había seguido mi trabajo no sólo en el Ibiza sino también meses antes en el Portuense. Club que me contrató cuando quedaban once partidos para acabar el Campeonato y todo el mundo lo daba ya por descendido. Lo cual no ocurrió. Y no dudó en decirme, después de las primeras acciones tácticas en el campo, que yo  acabaría aprobando por mi experiencia a la hora de mostrar en el terreno de juego mis conocimientos. Así se expresó también Héctor Núñez, a la sazón profesor.

Pasaron varios años y mi amistad con Luis Aragonés fue consolidándose. Gracias a amigos comunes y, por qué no decirlo, porque le gustaba charlar de fútbol conmigo. Algo que no hacía con cualquiera. Y un día, dado que frecuentaba El Puerto de Santa María en verano, sentado a una mesa en la Ribera del Marisco, con personas de su cuerda, se dirigió a mí para sentenciar.

-Manolo -dijo Luis Aragonés-, llevas ya muchas temporadas haciendo limpieza de corrales. Es decir, salvando a equipos que estaban desahuciados. Y además consigues poner orden en esos clubes y obtienes resultados estupendos en la siguiente temporada. Luego, te cansas y te largas a esperar que te llamen para apagar otro fuego. Y así no obtendrás nunca el premio correspondiente a tu extraordinaria labor.

Mi respuesta fue la siguiente: yo no entrenaré en Primera División porque no jugué en esa categoría. Es la suerte que tenéis los que sí lo hicisteis. Y, claro, pasáis de colgar las botas a dirigir al primer equipo. Sin mácula alguna. Mientras yo voy mostrando lo mejor y peor de mí a cada paso en tareas ingratas. Esto es, me voy achicharrando.

En suma, los entrenadores como Mourinho, Guardiola, Zidane, y otros que no vienen al caso mencionar, las pasarían canutas en categorías inferiores, con plantillas tan cortas como modestas y sin contar con un equipo de colaboradores como los que tienen actualmente. En el fútbol, como en otras actividades de nuestra vida, el aprendizaje es necesario, claro que sí; pero nunca a costa de que uno se vaya quemando vivo en tan ardua tarea.






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