Su parodia a Puigdemont, presentándose como presidente de Tabarnia en el exilio, ha suscitado tanto cachondeo como para que Albert Boadella esté siendo, una vez más, motivo de comentarios en todos los medios y en toda sobremesa donde se aprecie el humor satírico que destila este actor, dramaturgo y director hasta 2012 de la compañía de Teatro El Juglars. En mi caso, aprovecharé la ocasión para transcribir literalmente el artículo que publiqué el 19 de noviembre de 2004, titulado La genialidad de Boadella, por rechazar éste una distinción que le concedieron en Cataluña.
Hay noticias con las que uno disfruta y hasta se enfada por no estar cerca de quienes las generan para amenizar su arte con oles muy toreros. La verdad es que no son muchas las que suelen mostrarnos que todavía hay personas con inteligencia, valor y humor suficientes para decirles a los políticos que se metan sus medallas y reconocimientos por donde les quepa. Que es lo que ha hecho Albert Boadella: ese genio catalán que ha dejado sin habla a los componentes del tripartito de Maragall, rechazando la Cruz de Sant Jordi que querían concederle.
Ole, ole, y ole; y quien no diga ole, es que vive como un paniaguado, chanchullero o lameculos de cinco estrellas en una España donde para llegar lejos es necesario mantener un estado de servilismo permanente y no crear problemas a los gobernantes. Pues bien, en un lugar así, sale el artista nacido en el Bajo Ampurdán con una negativa perfecta: "Señores políticos, pueden ustedes meterse su distinción por el mismísimo sitio que la pareja de la Guardia Civil quería que los rateros del chiste se metieran las aceitunas afanadas".
A buenas horas mangas verdes iban los del tripartito a torcer la voluntad de un tipo, como Boadella, que ha sabido reírse de generales, obispos, dictadores, presidentes... y que ha venido manteniendo, en defensa de Josep Pla, escritor catalán, que en su tierra sí hubo Guerra Civil y que Cataluña entera no estuvo contra Franco. Un Boadella divertido, irónico, sarcástico, irreverente, ingenioso... Cuyas verdades enfermaban a Jordi Pujol.
De modo que a nadie podía extrañarle que nuestro hombre estuviera mal visto en ciertos sectores catalanes y que haya sido perseguido y encarcelado en su propia tierra. Y todo porque no se esconde a la hora de decir que detesta el nacionalismo tribal imperante en Cataluña. Aguantado el chaparrón de las incompresiones, de los malos tratos, de los desprecios de las familias de bien de toda la vida y tildado de anticatalán, los políticos de la Generalidad han tratado de tenderle una trampa mortal con Sant Jordi a la cabeza. Pero se han quedado a la Luna de Valencia. El ejemplo de Albert Boadella debiera cundir por todos los rincones de nuestra España.
Nota: artículo publicado el 19 de noviembre de 2004.
Nota: artículo publicado el 19 de noviembre de 2004.
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