Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 12 de enero de 2018

Beatriz

Me dice que no me ha llamado antes porque ha estado de vacaciones en París. Y que las ha disfrutado muchísimo. Que fue invitada por una prima suya casada con un parisino y que ha convivido muchos días con amigos franceses. Que ha frecuentado restaurantes donde se come y se bebe de maravilla. Y que ha comprobado, con cierta extrañeza, que las familias francesas suelen hablar en la sobremesa de cuanto concierne a las relaciones sexuales como si tal cosa.

Un ambiente, Beatriz, en el cual tú te desenvuelves muy bien. Vamos, que estuviste en tu propia salsa.  ¿O no?...

Mentiría si te dijera lo contrario, Manolo. Ahora bien, como mujer soltera tuve buen cuidado de guardar las formas. Por cierto, le pregunté  a mi madre, que ya es asidua a tu blog, si había leído lo contado por ti en relación con la marquesa de X. Y me dijo que sí. Y, por supuesto, no dudó en recordarme que ella, antes de casarse y hasta después de casada, también era muy piropeada cuando caminaba por el centro de Salamanca. Menudo eran los estudiantes como para pasar inadvertida en aquellos años donde yo era un figurín de mujer, dijo mi madre.

Y metidas ya en conversación al respecto, mi madre sacó la lengua a pasear con nostalgia y con deseos evidentes de elevarme a mí la moral por mor de una gripe que me ha tenido varios días sin poder salir de casa. Todo principió ayer cuando me puse ante el espejo y comencé a verme defectos por los cuatro costados. Que si las bolsitas bajo los párpados, que si unas arrugas en el entrecejo, que si mis ojos habían perdido su habitual alegría, que si, a pesar del catarro, el culo seguía pareciéndome  una plaza de toros...

¿Se puede saber lo que respondió tu madre ante tu bajo estado de ánimo?

Se expreso así: Mira, Beatriz, deja ya de hacerte la doliente, que te conozco sobradamente y sé de qué pie cojeas. Verás, hija, mañana, en cuanto salgas a la calle, volverás a sentir la mirada de la gente en ese trasero que tú estás denostando sin razón alguna; pues bien sabes que cuando camines con esa naturalidad tuya, que te hace tan distinta, el personal quedará encelado como toro bravo persiguiendo el caballo del rejoneador de turno. Y hasta los habrá, incluso, que le echen valor al asunto, dado los tiempos que corren, y decidan piropearte aunque sea con la vista.

¿Y qué le dijiste a tu madre?

Le respondí con una frase hecha: pasión de madre... Y ella volvió a las andadas.

Beatriz, hija, creo que lo que buscas es que te siga regalando los oídos. Y hoy me coges de buen humor para hacerlo. Te cuento: Por más que el resfriado, la gripe o el trancazo que has tenido, te haya debilitado un poco, tu manera de sonreir seguirá siendo la misma que pone de tu parte a todos los componentes de cualquier reunión. El arte de sonreir es innato en ti. Y qué decirte de tu manera de coquetear. Eso es algo que haces como si tal cosa. Yo no sé si de manera consciente o inconsciente. Pero tus gestos, débiles, son tan perceptibles como agradables. Cautivas lo mismo arqueando una ceja, frunciendo el ceño, o mirando de frente, durante unos segundos, a quien lo que más desearía es que esa mirada se eternizara... Y, por si fuera poco, cualquier cosa que te pongas adquiere una prestancia que se mete por los ojos.

Frase

El coqueteo consiste en una serie de distintas normas de conducta, algunas conscientes y otras inconscientes.


















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