Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 11 de enero de 2018

Sobre la crisis del Madrid

A quienes no hayan vivido el fútbol como entrenador profesional, durante muchos años, y sobre todo no hayan tenido que lidiar con problemas que parecían no tener solución, les será muy difícil acertar con los males que se ha apoderado de la plantilla del Madrid, tan amplia cual extraordinaria, de un tiempo a esta parte. 

Males que debe resolver su entrenador en el menor tiempo posible. Lo cual no deja de ser una prueba difícil. Muy difícil. Y si Zidane es incapaz de superarla, cuanto antes, puede dar al traste con los triunfos conseguidos hasta ahora e incluso salir del club como si hubiera sido un tipo afortunado y no un gran estratega y buen conductor de hombres.

La grandeza del Madrid le exige tener una plantilla numerosa y repleta de grandes jugadores. Algo con lo que sueña cualquier entrenador. Pero esa abundancia de buenos futbolistas tiene su parte complicada. Y que, como ya he dicho en repetidas ocasiones, pone al técnico frente al espejo en el cual solía mirarse el asno de Buridan.

Lo del asno mencionado se refiere a una situación paradójica en la que un asno que siempre tenía opciones bien diferenciales para realizar sus elecciones, un día es colocado entre dos montones de heno de igual tamaño y calidad. La duda le llevaría a morirse de hambre ya que no sabía tomar ninguna decisión racional sobre cual de los dos montones sería su comida.

La paradoja que está viviendo Zidane es mucho más complicada que la fábula del asno. La suya se trata también de acabar con los privilegios. Con el fin de que los jugadores jóvenes no se sientan despreciados y vuelvan a recobrar el entusiasmo y la seguridad en sus posibilidades. Lo cual se logra aplicando la siguiente máxima: cualquier jugador que trabaje duramente en los entrenamientos y rinda plenamente en un partido, cuando el tenido por titular no hubiese jugado por la causa que fuere, seguirá formando parte del equipo inicial hasta que sus actuaciones no sean las exigidas.

Los futbolistas cuentan con familiares y amigos que suelen inquirirles las razones por las que no juegan de titular en sus respectivos equipos. Y no dudan en reconocer, aunque les cueste mucho aceptarlo, que hay compañeros que son mejores que él. Aunque tampoco se cortan lo más mínimo en proclamar entre sus allegados, si así lo creen, que están siendo ninguneados por su entrenador.

A partir de ahí, con o sin razón, los que se creen maltratados pierden la ilusión, se quedan huérfanos de entusiasmo y cuando les toca salir al terreno de juego -con el equipo B, con el equipo suplente, con el carro del pescado, o bien con la segunda unidad, esa moderna denominación que se le adjudica a un conjunto plagado de jugadores reservas- lo hacen cabizbajo internamente. Y, claro, desaprovechan la oportunidad. Incluso hacen posible que los aficionados se acuerden de los titulares que no actuaron.

Y para colmo de males, es decir, para meter aún más el dedo en la llegada de la depresión que reina en la plantilla del Madrid, llega un opinante de un periódico deportivo de tirada nacional -llamado Elías Israel- y dice lo siguiente en relación con Sergio Ramos: "Es el momento del capitán para mirar a los ojos de los compañeros, para poner colorado al que se ahorre esfuerzos. Los líderes de verdad son los que, en tiempo de zozobra, cogen el toro por los cuernos. Se lo deben a su afición y a su entrenador, dispuesto a morir, futbolísticamente hablando, por ellos. 

Hay remedios que son peor que la enfermedad. Y el de Sergio Ramos sería uno de ellos.





















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