Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 28 de enero de 2018

Beatriz

Hola, Manolo, estuve en un tris de llamarte nada más terminar el Madrid-Leganés. Pero con la misma celeridad pensé en que estarías de un humor de mil demonios. Y me dije para mí: Beatriz, ve con cuidado, no vaya a ser que tu amigo te mande allá donde el viento da la vuelta. Que es el lugar donde él suele mandar a quienes tratan de tocarle los dídimos. Así que me abstuve de ponerme en contacto contigo. Hoy, en cambio, tras la victoria ayer de tu equipo en Valencia, sé que me permitirás decirte que el Barcelona marcha viento en popa y que yo lo estoy disfrutando de lo lindo.

Querida Beatriz, bien sabes, y si no yo te lo digo, que tú tienes licencia para presumir de tu barcelonismo y de paso recordarme  los muchos errores que ha venido cometiendo el Madrid desde que empezó la Liga Santander. Ahora bien, señora, podrías tú asegurarme que mi equipo no ganará la Champions League. Porque esa es la esperanza que nos queda a los madridistas. La única. Amén de que nuestro equipo gane muchos partidos del campeonato de la regularidad. Y a otra cosa, mariposa.

Mejor así, Manolo. Y yo te contaré lo que ha sido de mí desde que hablamos la última vez. Verás, mi hermano y mi cuñada se reconciliaron. Decisión que me ha colmado de satisfacción. Días atrás vinieron a notificármelo y de paso, en vista de que ellos gozan de muy buenas amistades en esta tierra, me pidieron que los acompañara a una gran fiesta dada por un matrimonio de sobrada influencia. Y debo decirte que acepté de buenas a primeras. Puesto que necesitaba darme ese capricho. ¿Te aburro?...

-De ningún modo, amiga. Todo lo contrario. Es más, estoy dispuesto a escuchar atentamente cuanto quieras contarme al respecto. 

-De acuerdo. Aunque trataré de resumir lo ocurrido. En principio, cuando mi familia vino a recogerme, mi cuñada me observó y no dudó en decirme que estaba segura de que en la fiesta todas las miradas se centrarían en mí. Que iba vestida de dulce. Y sus palabras me ayudaron a crecerme más aún de lo que tú bien sabes. 

-¿Dónde se celebró la fiesta?

-En una mansión a las afueras de la ciudad. El ambiente que reinaba era extraordinario. Y pronto, muy pronto, se nos acercó la anfitriona para darnos las gracias por la asistencia. Mi cuñada nos presentó y a Laura, que así se llama la rica del lugar, se le encandilaron sus ojos. Y yo adiviné lo que estaba pensando aquella señora cuarentona, guapa con avaricia. Alta, de cuerpo armónico, melena preciosa y con la que sabía jugar de manera sutil.

A partir de ese momento, y dondequiera que yo estuviese, sentía sobre mi cara la observación de sus ojos marinos. Esa mirada glauca que lo mismo puede ser fría como el hielo o tan ardiente como unos ojos negros como el carbón de las minas. En fin, para cumplir con lo prometido en cuanto a concisión, iré al grano. Cuando la fiesta estaba ya languideciendo, Laura se me acercó,  aprovechando que yo estaba sola en ese instante, para requebrarme en corto y por derecho de la siguiente manera: "Beatriz ardo en deseos de besarte...".

-¿Y qué...?

-Pues que acepté comer con ella en la primera quincena de febrero. En cuanto regrese de un viaje con su marido a Lima.

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