Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 25 de febrero de 2018

Encarna Domínguez. In memoriam

Se me viene preguntando, por parte de quienes son lectores de este blog, sobre cuál ha sido el motivo para que no haya escrito nada del Madrid-Alavés celebrado el sábado. Y les he dicho que el viernes murió en Córdoba Encarna Domínguez. Y el sábado la enterramos en el cementerio de su ciudad natal, rodeada por un cortejo de familiares y amigos. Y, por consiguiente, no pude ver el partido. 

Encarna fue mi tía y... mi madre cuando las circunstancias lo exigieron. Y jamás dejó de preocuparse por mí. Y lo hizo hasta que dejó de respirar.  Nacida en el primer tercio del siglo pasado, ED,  con sus 103 años a cuestas, tuvo la oportunidad de ver tantas cosas y de aprender tanto como para hacerse con una cultura que le permitía conversar de casi todo.

Gozaba mi tía de una lucidez irónica con la que había que contar a la hora de intercambiar impresiones con ella. Había tenido fama de contestaria en su juventud, según me decían sus hermanas, entre ellas estaba mi madre. Y a mí, cuando hablábamos, lo cual solíamos hacer todos los domingos y fiestas de guardar desde hace ya unos pocos de años, me respondía así:

"Mira, sobrino, hay momentos en que lo mejor es permanecer en silencio, pero hay otros momentos en que el silencio puede ser tomado por la virtud de los tontos". 

A partir de ahí, y dada la pasión que ponía en la conversación conmigo (y por supuesto con mi queridos primos Manolo y María Dolores, quienes tenían la suerte de frecuentarla todos los días), yo le tiraba de la lengua sacando a relucir ese entusiamo suyo tan reconocido por cuantas personas la trataron a lo largo de su longeva vida. Y no dudaba en responderme a media vuelta de manivela...

"Querido sobrino, bien sabes tú, porque te lo repetí muchas veces cuando eras un adolescente y venías a contarme tus problemas, que el entusiasmo ayuda a saber, y el que además contribuye a profundizar en lo que se sabe. Mil veces te dije, y no creo, conociéndote como creo conocerte, que se te haya olvidado que el entusiasmo por lo que se quiere saber ayuda a que se sepa mejor. Incluso a que haya una especie de música al contar las cosas".

En lo tocante a la familia, se mostró tajante hasta su muerte, el viernes pasado: "La familia ha de estar unida. Y mientras yo tenga un hálito de vida pondré de mi parte y mucho más, para que todos los míos entiendan que siempre hay que acudir en ayuda de cualquiera de los nuestros que la necesite. Sin caer en la tentación de poner pegas. Primero se acude con el salvavidas. Y luego se le exigen las explicaciones convenientes". 

Cuando se le preguntaba por su edad, además de llenarse su mirada de sorna, no dudaba en contestar que las mujeres están liberadas de responder a esa pregunta.

Descansa en paz, querida Encarna... Y no hace falta que te diga que hablaremos de ti a cada paso. Con el fin de que los hijos de los hijos de tus sobrinos nunca olviden que fuiste la última de cuatro hermanas -María, Natalia y Victoria- que hemos enterrado. Y, por tanto, la que mantuvo, hasta hace tres o cuatro días, la consigna: "Cuando uno de los nuestros diga ¡Ay!... Todos hemos de salir a su encuentro". 














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