Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 16 de febrero de 2018

José Luis Gutiérrez Florido

Es licenciado en Farmacia y analista de sangre. Así que pertenece al gremio de los boticarios. Gente culta y siempre dispuesta a pegar la hebra en cuanto se presenta la ocasión. Son ilustrados y casi todos tienen el sentido del olfato tan desarrollado como para descubrir a un tonto desde el mirador de su casa. Los que yo he conocido, que no han sido pocos, además de buenos conversadores han dado muestras evidentes, así como quien no quiere la cosa, de manejar la burla fina con maestría singular.

José Luis Gutiérrez y yo nos conocemos desde hace la tira de tiempo. Aunque nos vemos de higos a brevas. Y, cada vez que eso ocurre,  lo primero que hacemos es saborear los primeros vinos del aperitivo para entonar nuestra garganta. Más o menos como si fuéramos cantaores calentando nuestras cuerdas vocales para poder charlar a discreción. Y nos cunde. Naturalmente que sí.

Mi estimado JLG es además esa clase de tipo al que las personas tienden a contarle cosas sin sonsacamiento previo. En principio, resulta simpático sin proponérselo, comprensivo donde los haya, y es tan magnífico oyente que alienta a depositar en él confianza. Pero pobre de quien decida contarle pamplinas de la plaza Mina. Ya que es maestro de la ironía y por tanto es capaz, en un plis plas, de poner a cualquiera en el sitio que le corresponda.

El martes pasado, o el miércoles, que para el caso es lo mismo, José Luis y yo coincidimos en un establecimiento de la calle Jáudenes. Lo primero que me dijo es que se había dañado un pie y que lo perdonara por tener que hablar desde la posición de sentado. Pero, en cuanto la conversación fue adentrándose por vericuetos interesantes, decidió acodarse en la barra. 

En nuestra charla salió a relucir lo referente a la concejala de Festejos y Transparencia de Cádiz, paseando transparente y festivamente su cuerpo serrano por la ciudad. Y José Luis me definió la situación en un amén, al margen de decirme que cada cual puede hacer lo que crea conveniente con sus carnes: "El culto a la desnudez forma parte del amor estético al buen estado físico, no de la sensualidad".

La definición fue perfecta. Según mi modo de ver y entender. Y por tanto he decidido hacerla pública. Por cierto, mi amigo, licenciado en Farmacia y analista de sangre, reconoció estar convencido de que escribir todos los días debe ser muy difícil... Mi respuesta no se hizo esperar: lo difícil no es escribir, lo verdaderamente difícil es que te lean.















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