Juan Díaz Fernández
Tal día como hoy de hace más de tres décadas conocí yo a Juan Díaz Fernández. Era profesor en la escuela de la Normal. Es decir, donde se impartían clases de magisterio. Nos presentó Guillermo Cherino. Y pronto me percaté de que estaba ante un hombre con enorme capacidad para hablar de todo lo habido y por haber. Le dije que era lector de cuanto él escribía en periódicos y que debería prodigarse más en ese oficio tan extraordinario como es el de la escritura. Me respondió que estaba obsesionado con la idea de atrapar una buena historia para convertirla en ese libro que nunca había dejado de soñar. Mantuvimos muy buenas relaciones durante varios años. Pero se debilitaron cuando yo empecé a escribir en el mismo medio que lo hacía él. Cuando le pregunté al respecto, me respondió así: "No me gusta la escritura personalista". Y a partir de ahí nunca más nos dirigimos la palabra".
José García Cosío
De él supe muy pronto que era cronista oficial de la ciudad de Ceuta. Pero nadie me informó de que era socio apasionado de la Agrupación Deportiva Ceuta. Nos presentaron en el Hotel La Muralla y lo primero que me dijo es que no se me ocurriera jugar a la defensiva. Porque entonces no tendría inconveniente en criticarme. Le prometí como entrenador que trataría de hacerlo lo mejor posible. Nuestra amistad fue de menos a más y logramos entendernos muy bien. Así que raro era el día en el cual no coincidíamos en el lugar oportuno para tomar el aperitivo. Y el aprecio que nos profesamos don José y yo fue fetén. Un martes de la Semana Santa de 1983, estando ambos en el Rincón del Muralla, un malaje le reprochó su deseo de figurar en los desfiles procesionales. Y, antes de que yo respondiera, lo hizo Eduardo Hernández Lobillo: "A Pepe, maldita la falta que le hace lucirse en actos así; él ya tiene suficiente popularidad. Lo que hace es cumplir con sus deberes como presidente que es de la Junta Oficial de Cofradías".
José Benítez Carrillo
Lo conocí cuando él frecuentaba El Puerto de Santa María para visitar a su familia. Y, como ya destacaba como monitor de juegos varios, despertaba la ilusión de los adultos y generaba divertimiento entre la chiquillería. Pepe Benítez Carrillo se convirtió en un personaje destacado de los veranos de mi tierra. No en vano, en cuanto el sol cedía un poco y la brisa culebreaba entre las palmeras de El Parque Calderón, la gente acudía presurosa a presenciar ya un partido de balonmano, ya de baloncesto o a disfrutar de unos juegos recreativos ideados por un ceutí que terminó ganándose el corazón de los portuenses. Todo el mundo quería ser amigo de Pepe y éste se dejaba querer en medio de un ambiente festivo en la Plaza de las Galeras. Mi llegada a Ceuta en 1982 nos permitió recordar aquellos veranos. Hoy, Viernes Santo, me he acordado de él, por su ser cofrade, y he decidido dedicarle estas líneas.
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