Ayer por la tarde, yo no estaba en condiciones de decir esta boca es mía. Dado que me afecta muchísimo que alguien me juegue una mala pasada sin motivo alguno. De pronto sonó el teléfono y era Javier Ronda quien me llamaba para decirme que está terminando de escribir un libro sobre temas futbolísticos y que necesitaba una fotografía de mi etapa como entrenador.
Y, como no podía ser de otra manera, le agradecí su llamada y además lo felicité por sus éxitos en el periodismo -del cual es una celebridad-; asimismo como escritor y por haberse convertido en un conferenciante capaz de poner los locales donde actúa a tente bonete. Vamos, abarrotados.
Llevaba años, muchos años, sin hablar con Javier Ronda. Tanto es así que mis recuerdos de él datan de cuando era un adolescente que ya dejaba ver su mucha capacidad para comunicar. Corrían los años ochenta. Y, lógicamente, el fútbol era su pasión. No en vano su padre lo había practicado tan bien como apasionadamente.
Pues bien, el autor de libros como Vecino de guardia, De juzgado de guardia, Tricornio de guardia, y otros títulos tan celebrados como vendidos, bien podría decir, a voz en cuello, que la felicidad es la realización, en los años maduros de la vida, de los ideales soñados en la juventud. Y perdonen que no me acuerde del autor de la frase.
En fin, que la llamada de Javier Ronda, figura destacada de la comunicación, hizo posible que me viniera arriba en una tarde en la cual mi ánimo daba muestras claras de decaimiento. Y, naturalmente, contarlo me parece tan justo como necesario.
Y, como no podía ser de otra manera, le agradecí su llamada y además lo felicité por sus éxitos en el periodismo -del cual es una celebridad-; asimismo como escritor y por haberse convertido en un conferenciante capaz de poner los locales donde actúa a tente bonete. Vamos, abarrotados.
Llevaba años, muchos años, sin hablar con Javier Ronda. Tanto es así que mis recuerdos de él datan de cuando era un adolescente que ya dejaba ver su mucha capacidad para comunicar. Corrían los años ochenta. Y, lógicamente, el fútbol era su pasión. No en vano su padre lo había practicado tan bien como apasionadamente.
Pues bien, el autor de libros como Vecino de guardia, De juzgado de guardia, Tricornio de guardia, y otros títulos tan celebrados como vendidos, bien podría decir, a voz en cuello, que la felicidad es la realización, en los años maduros de la vida, de los ideales soñados en la juventud. Y perdonen que no me acuerde del autor de la frase.
En fin, que la llamada de Javier Ronda, figura destacada de la comunicación, hizo posible que me viniera arriba en una tarde en la cual mi ánimo daba muestras claras de decaimiento. Y, naturalmente, contarlo me parece tan justo como necesario.
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