Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 5 de julio de 2018

El tiquitaca: ese chotis bailado en una baldosa

Nunca me cansaré de decir que El Dardo en la Palabra, escrito por don Fernando Lázaro Carreter, lleva muchísimos años ocupando un lugar preferente en mi modesta biblioteca. Pues así puedo acceder a su lectura a cada paso. Aunque nunca había caído en la cuenta -hasta hoy- de que el gran defensor de la lengua española había sido el primero en describir un estilo de juego que luego sería llamado tiquitaca, para aclarar la diferencia existente entre especular y perder el tiempo. Sin más preámbulo, transcribiré literalmente lo espigado de un artículo titulado así: Especular, otra vez, y definir.

Acontece con frecuencia que un equipo, o los dos, se aposentan en el centro del campo: parecen a gusto allí. Recibe el balón un defensa, y lo remite cortésmente a un medio; pero éste lo devuelve al defensor, que lo larga con pausible equidad al otro medio. El cual abusa, tal vez reteniendo el balón, sin considerar que otros aspiran a gozar de él: mas un contrario se le acerca tremolando la bota, y lo endilga al compañero de línea, que se lo pasa al defensa de antes. Pero la entrega queda corta, y se adueña de la pelota un adversario, el cual, lejos de irse hecho una flecha hacia el otro marco, vuelve a empezar el rigodón al revés.

Esto es, exactamente, especular en el neocastellano: ahora para tí, ahora para mí, te la doy, la quiero, y ojo con las áreas, que asan carne. Son tan concienzudas tales maniobras, ese chotis bailado en una baldosa, que un genio idiomático halló el término exacto para designar la acción: aquellos chicos practican lo que, en su modestia, hicieron Aristóteles y Platón: perder el tiempo. Sin embargo, ocurre alguna vez que uno de esos pies cogitabundo se decide y chuta. Y que, por milagro, mete gol.

El juego consiste en eso, tal es su fin, aunque al profano le parezca que el balón va y viene sin plan ni traza, vagabundeando y divagando, bordoneando, atorrante y bohemio, entre faltas. De ahí que tanta indefinición, acabe cuando un muchacho "se arranca y define", esto es, marca gol. En ese instante, todo lo que era especulación y abstración, se hace súbitamente concreto y sensible, definido, en suma.

Parece mentira que don Fernando Lázaro Carreter, que era un grande entre los grandes filólogos,  amén de muchas otras cosas más relacionadas con las letras, pero que de fútbol reconocía no saber ni papa, definiera de manera tan perfecta la manera de jugar que años después iba a ser tenida como  un invento del fútbol español: el estilo tiquitaca. Estilo innegociable y que les vino de perilla a todos los intelectuales de la cosa para presumir de exquisitos.












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