Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Me pudo la soñarrera en el Manchester United-Madrid

Ayer me dije para mí que el partido Madrid-Manchester United no merecía la pena verlo a cambio de tener que alterar mi costumbre de irme a la cama a las doce de la noche y dormir como un lirón hasta las ocho de la mañana. Así que mantuve firme esa decisión hasta una hora antes de meterme en la piltra.

A las dos de la mañana sonó mi despertador. Porque así lo quise. Y acudí presto a sentarme ante la televisión. Debo reconocer que mi acendrado madridismo pudo una vez más con lo que me recomendaba mi sentido común: no dedicarle un solo minuto a un partido que tenía visos de ser tedioso de principio a fin.

Y el mejor de los sentidos acertó: pues apenas habían transcurrido veintitantos minutos bostezaba yo a la par que daba cabezadas sin cesar. Movimientos bruscos que le sentaban a mis doloridas cervicales peor que un vestido de torear a un tío nacido en Wisconsin. El equipo de Mourinho se aprovechó bien pronto del fútbol tontorrón del Madrid y marcó dos goles cuando yo aún tenía las cortinillas oculares semiabiertas.

Comenzada la segunda parte me enteré de que Benzema había logrado su primer gol esta temporada. Y traté de hacerle frente a mi soñarrera. Pero ¡qué si quieres arroz, Catalina! Ya que el gilifútbol practicado por el equipo entrenado por Julen Lopetegui -mi equipo desde que yo vestía pantalones cortos- me sumió bien pronto en un letargo del cual me libré cuando la madrugada tocaba a su fin para principiar la mañana.

En fin, que me resulta imposible opinar hoy del Madrid. Pero creo que mis lectores sacarán la siguiente conclusión: si Manolo no pudo evitar la soñarrera, durante el partido del equipo merengue con el MU, sería porque el estilo de juego elegido por Julen Lopetegui, un calco del tiquitaca, aburre hasta las ovejas. Y sobre todo porque a Gareth Bale, por más que le estén regalando los oídos tras el adiós de Cristiano Ronaldo, esa manera de jugar lo condena a ser uno más.





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