Catalanizar España

Desde que tuve uso de razón he venido oyendo y leyendo que si Cataluña va bien España también estará viviendo sus mejores momentos. Que esa tierra debería ser el espejo en el cual mirarnos los demás españolitos. De la cordura de los catalanes se ha escrito hasta hacernos creer que nada más que los nacidos allí son capaces de pensar y obrar con reflexión y acertadamente.

Lo del famoso seny catalán es un regalo de Dios convertido en regla fundamental de un modo de comportarse que nada más que se obtiene en ese país. Y para qué contarles del complejo de inferioridad manifiesta que tenemos todos los que carecimos de la suerte de abrir los ojos en un sitio al que se llega ya con el marchamo de laborioso, de ahorrador y, sobre todo, de gente de fiar en todos los aspectos.

Una vez más me viene a la memoria cómo los andaluces recibían hace ya la tira de tiempo al Honorable Pujol cuando se dignaba visitar una región donde la forma de ser de sus habitantes es diametralmente opuesta a cuanto él representaba. Le rendían pleitesía como si se tratara de alguien que hubiera inventado la penicilina o algo por el estilo. 

Era una especie de agradecimiento atávico por pensar en una tierra de promisión a la que aún se podía emigrar si acaso el proyecto de Manolo Chaves continuaba haciendo agua por los cuatro costados. Y es que todo lo que pensaban, decían, o hacían los catalanes gozaba de un prestigio incomparable. Todo era más y mejor que en ningún otro sitio de España.

Partiendo de que el Barça es más que un club y empeñados en convencernos de que sus ladrones han de estar tan protegidos como Enrique III lo hacía con los maestros que delinquían durante su reinado, cualquiera osaba negarles a los catalanes que estaban en saber por encima de todo el mundo. Cierto es que que sus antepasados anduvieron imponiendo la omertá allá por tierras sicilianas. Ahonden en la historia y verán cómo son causantes de la leyenda negra que se nos abjudica a los españoles.

Muñoz Grandes, vicepresidente del Gobierno de Franco, fue operado por el mejor urólogo de la época: el doctor don Antonio Puigvert. Eminente especialista, reconocido en el mundo entero. Y en las conversaciones que ambos mantenían, según Puigvert, raro era que el general no quisiera saber acerca de Cataluña. Y don Antonio nos cuenta en sus memorias lo que él le dijo uno de esos días.

"Yo le conté que en las malhadadas época de Felipe V, Barcelona, que había sufrido, durante largos meses de sitio, epidemias, hambre y catástrofes de las tropas del duque de Berwick, se vio irremisiblemente forzada a capitular. Y cuando entraron los invasores, se encontraron con un espectáculo realmente insólito: los catalanes, aquellos hombres que el día anterior estaban con las armas en la mano enterrando a sus muertos, se habían puesto a trabajar. ¡A trabajar!".

Muñoz Grandes, al oírlo, se impresionó.

Y yo continué:

-Creo que si al término de nuestra guerra civil, en lugar de castellanizar a Cataluña, como se pretende, se hubiesen dedicado los esfuerzos a catalanizar España, habríamos salido ganando todos. 

El general se quedó pensativo. Y después de un momento de pausa me contestó:

-Puede que usted tenga razón.

Los catalanes soñaron siempre con dominar El Mediterráneo. Pero se apuntaron al descubrimiento de América. Por cierto, esa aventura les fue muy bien. Vieron a Castilla, cuando España perdió las últimas colonias, como la causa de todos sus males. Odian a España. Se consideran suizos a todos los efectos. También quisieron formar parte de Francia. Si bien de allí salieron trasquilados. Tampoco creo que vayan a conseguir la independencia. Por más que se la estén poniendo a huevo los últimos Gobiernos de España.