Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 8 de octubre de 2018

Vox y su denuncia sobre los medios públicos

El gran éxito obtenido por Vox en Vistalegre me parece que llega en el momento oportuno para que el grito de ¡Viva España! esté siempre dispuesto contra quienes desean romper la unidad que cuenta con dos símbolos: el toro y el conejo. "El español es resignado y paciente, no exige suculentas viandas para comer ni lujosos palacios para vivir, igual que los conejos. Pero cuando le explotan, engañan o invaden, se le hinchan las narices y reacciona con la fuerza, energía, poder, y ferocidad de un toro con los años precisos". ¡Cuidado con los españoles que vienen rumiando en silencio semejantes agravios!

Absurdamente se intenta de todas las maneras posibles no nombrar a España ni a tiros. Y corrientemente se le llama este país, o el Estado español, o el resto del Estado para no decir de España. Otras veces, para variar, nos hablan del territorio nacional. Y, si de viajes se trata, dicen recorrer la geografía nacional, para evitar, por supuesto, que recorren España. Es norma impuesta en todos los medios, ya sean públicos o privados. Como si mencionar España fuera motivo de oprobio y vergüenza. Y lo que es peor: la derecha española, pudorosa hasta extremos insospechados, también secundó el proceder de quienes presumen de tener aversión a la nación más antigua de Europa. 

Por consiguiente, me parece un soplo de aire fresco que Santiago Abascal haya sido capaz de gritar ¡España, España, España! Ahora bien, cuando el presidente de Vox denuncia la manipulación de los medios públicos por parte de quienes gobiernan, no hace sino decir una perogrullada. Puesto que esa manipulación ha existido siempre. De la misma manera que nunca jamás dejará de existir el clientelismo de los partidos. Semejantes declaraciones no dejan de ser absurdas. Dado que quizá llegue un día que le recuerden sus palabras.

Y qué decir de los medios privados. Me imagino que Santiago Abascal sabe perfectamente cómo funcionan. Y si no yo se lo digo: un día, llega un señor y compra un periódico, lo mantiene mientras le viene bien y luego, cuando lo encuentra costoso o inútil, lo mata o elige un testaferro que lo mate o se lo lleve a otro lugar. Quien escribe sabe del asunto.

Los dueños de periódicos son empresarios obsesionados con las subvenciones del Gobierno de turno. De no ser así, señor Abascal, les sería imposible mantener el chiringuito. Puede que haya habido editores románticos en alguna época, algo que dudo. Pero, durante veintitantos años, yo he sido testigo muy principal de cómo políticos y editores han ido cogidos de la mano mientras que lo pactado económicamente funcionaba. 

De no ser así, el encargado de opinar acerca de  los gobernantes, y no bien precisamente, estaba en todo momento sometido a una presión terrible. Teniendo que mostrar el valor necesario para aguantar las tarascadas del político que, una vez criticado, hace todo lo posible para que el dueño del medio le apriete las clavijas al osado periodista que no le deja vivir en paz y está haciendo de su vida, la cual podría ser cómoda y agradable, un calvario.

Pero también hay que ser capaz, en un momento determinado, de irse al paro para no aguantar imposiciones. Y hasta tener valor sereno, seco y frío, al estar convencido de que nunca podrás dormirte en los laureles. Porque, más pronto que tarde, tratarán de perseguirte sañudamente. Sobre todo en las ciudades pequeñas. Donde el amor propio herido es cainita hasta extremos insospechados.

Y tampoco hace falta ser muy listo para comprender que los editores exponen su dinero a fin de obtener beneficios. Cierto que a mí me gustaría que la prensa fuese total y absolutamente independiente. Mas mentiría si no dijera que ni los propietarios los son. Eludir la censura ha sido siempre una motivación para mí. Aunque debo reconocer que los lectores aprecian más el sarcasmo que la ironía. Más o menos como el circo de otrora: la gente iba a ver si el león se comía al domador. Aun así... ¡Viva España!









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