Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Pablo Iglesias se encoge ante Felipe VI

Pablo Iglesias, ese hombre que anda encorvado y que viste prendas de pobres, que no son accesibles para quienes ganan mil euros mensuales, siempre miró esquivamente al rey de España. Aunque para criticar acerbamente a la Monarquía y, sobre todo al rey emérito, lo elogiaba con verdades incuestionables. Es decir, que Felipe VI es un señor magníficamente preparado en todos los aspectos.

Ahora bien, desde que Felipe VI se dirigió a la nación con un mensaje excepcional, el 13 de octubre de 2017, debido a la crisis en Cataluña, Pablo Iglesias no ha cesado de despotricar contra la Institución Monárquica. Pidiendo a gritos una Tercera República. Y he pensado que en caso de producirse semejante desatino, los españoles volverían a cometer los mismos errores que condujeron al enfrentamiento cainita de 1936.

Imagínense que Pablo Casado saliera elegido presidente de la República en unas elecciones y Pablo Iglesias jefe de Gobierno. Modelo de doble confianza que contribuiría a la inestabilidad de la República hasta llevarla a la ruina. Que fue lo ocurrido cuando don Manuel Azaña y don Niceto Alcalá Zamora desempeñaron ambos cargos en la Segunda República

Azaña era líder de un pequeño partido y se empecinó en mantener una política democrática basada en la confianza parlamentaria, mientras que el presidente de la República y el líder del partido radical añoraban los manejos de la vieja política monárquica entorno al decreto de disolución. Actualmente los desencuentros serían por otros motivos. 

Aquellos hombres, o sea, Azaña y Alcalá Zamora, se odiaban cordialmente. Por lo que aprovechaban cualquier momento para contarles a los demás las miserias del otro. Naturalmente, personas tan opuestas en todos los sentidos y con semejante proceder, facilitaron la labor de quienes querían acabar a toda costa con la unidad de España y con la democracia.

El jefe del Estado ha de estar por encima de las rivalidades entre partidos. Jamás debe entrometerse en las decisiones de los políticos. Pero ha de salir en tromba cuando la unidad de España sea ninguneada por unos enemigos que tratan de subvertir el orden constitucional. Que es, ni más menos, lo que ha sucedido en Cataluña. 

El rey de España, Felipe VI, destaca por encima de la clase política. Su figura genera confianza y proporciona brillo a su poder. Es consciente, además, que ha de ganarse su cargo diariamente. Y a fe que lo hace. Es respetado por millones de españoles y también es admirado fuera de nuestro país.

Pablo Iglesias, ese hombre que anda encorvado y que viste prendas de pobres, que no son accesibles para quienes ganan mil euros al mes, siempre miró esquinadamente al rey de España. Tal vez porque el líder de Podemos está obligado a mirar al jefe del Estado de abajo arriba. Y lo que le devuelve el espejo, sin duda alguna, le amarga la existencia. Y... se encoge.

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