Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Desde mi atalaya


El fútbol como identidad

En España se llegó a decir que Franco utilizaba el fútbol para entontecer a la gente. Algunos intelectuales de la época consideraban que el deporte rey era el opio del pueblo. Demostración palpable de que ni andaban bien de la vista ni tampoco les funcionaba la sesera acorde con su fama de personas cuya inteligencia les proporcionaba el derecho a ser distinguidas como pensadoras del bien. Lo cierto es que los españoles desde 1947 hasta 1967, aún convertidos en pluriempleados, dedicaban los domingos, único día de descanso, para ver al equipo de sus amores. Lloviese o ventease. Hiciera frío glacial o calor tórrido. La cuestión era acudir al campo a defender unos colores que se habían convertido ya en nuestra seña de identidad. Una creencia en algo propio que tenía que ser defendida. Ni que decir tiene que la derrota de nuestro equipo nos causaba un disgusto morrocotudo. Desencanto que influía negativamente en las obligaciones de padres e hijos al día siguiente. Así que puedo imaginarme el regreso que habrán tenido los seguidores de Boca Juniors a su país. Tras la derrota de su equipo frente al River Plate.

Dos equipos de medio pelo

La pasión de los argentinos por el fútbol carece de límites. Lo cual propicia que innumerables bandidos se aprovechen de cuanto concierne al espectáculo deportivo para vivir de la extorsión, de la gresca y el matonismo... Amén de otras actividades delictivas.  De las que los jefes de esas bandas organizadas se han pavoneado en reportajes televisados. En Argentina han nacido -y seguirán naciendo- futbolistas geniales, magníficos y de poca monta. Así que es tierra de exportación de figuras indiscutibles a escala mundial. Di Stéfano y Maradona han sido las más grandes. El caso de Messi es distinto: llegó a Barcelona siendo niño para crecer futbolísticamente en La Masía. De los magníficos podíamos enumerar muchos. He aquí algunos: Kempes, Batistuta, Omar Sivori, Riquelme, Fernando Gago, Ruggeri, Griffa... Semejante negocio hace posible que la Primera División Argentina sea un Campeonato debilitado. Pues obliga a los equipos a nutrirse de jugadores de su cantera, de otros países americanos y, sobre todo, de quienes regresan cargados de años después de haber hecho su carrera en Europa. De modo que no debería resultar extraño que tanto Boca Juniors como River Plate sean dos equipos de medio pelo.

Final de la Copa Libertadores de América

Hacía ya mucho tiempo que no cruzaba palabra alguna con José María Pasamar Benítez. Y hoy se nos ha presentado la ocasión. Así que nos hemos puesto a charlar de fútbol. José María sigue sin entender cómo es posible que a Messi no le hayan concedido el Balón de Oro. En vista de que mi respuesta no será la que él desea, prefiero guardar silencio. También me dice que le defraudó la final de la Copa Libertadores de América. Y que tanto River como Boca no tienen más que nombre. Tampoco comprende que los comentaristas del partido, argentinos ellos, achacaran al césped la falta de calidad de ambos contendientes. Y decido ponerle al tanto de algo que él reconoce no saber. Los equipos argentinos, desde los tiempos de Maricastaña, decidieron jugar con el césped muy alto para que el balón corriese menos. También fueron pioneros en el marcaje en zona. Los motivos son los siguientes: facilitar que los futbolistas argentinos puedan jugar hasta edades impensables. En cuanto al marcaje citado, permite, además, que los errores sean asumidos por todos y no por el fallo individual. 

Diego Armando Maradona

Ayer por la noche, tras finalizar el partido en el Bernabéu, me llamó un amigo para requerir mi opinión al respecto, y no sé cómo  salió a relucir el nombre de Diego Armando Maradona. Y se sorprendió de que yo guardara un grato recuerdo de él. Y me vi precisado a contarle lo siguiente. Corrían los años ochenta, era 12 de octubre, y la Selección Española se enfrentaba a la de Argentina en Sevilla. Los argentinos estaban alojados en el Hotel Los Lebreros. Yo también lo estaba. En la sala de estar del hotel hallé a Antonio Betancort. Quien había sido portero de Las Palmas y del Madrid. Con Betancort me unía una buena amistad. Y, debido a que sus relaciones con los argentinos eran excelentes, tuvo el detalle de presentarme a Maradona. El cual fue un dechado de amabilidad. Los internacionales argentinos, en las concentraciones, charlan de fútbol hasta por los codos. Les encanta adelantar acontecimientos y hacerse a la idea de lo que puede ocurrir si actúan de una u otra manera en el terreno de juego.





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