Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 7 de febrero de 2019

Desde mi atalaya


Correr es cosa de cobardes

Hubo un tiempo en que los jugadores que se daban pote de tener muy buen manejo de balón solían decir que correr era cosa de cobardes... Cuchufleta que era celebrada por quienes alardeaban de ser aficionados exquisitos, afirmando que, en el fútbol de calidad, era la pelota, no el futbolista, la que debía correr. Yo nunca lo acepté. Porque estaba convencido de que en el fútbol deben correr los dos, pelota y futbolista. Y ¡ay de quien lo entienda de otra manera! Es el caso de Marcelo. De quien dije, una vez más, en la víspera del partido en el Camp Nou, que no estaba en condiciones de jugar. Del Marcelo ofensivo está ya todo dicho. Pero lo incomprensible es que no haya decidido cortar de raíz sus veleidades defensivas. Las cuales no se si tacharlas de indolencia, desidia, pereza o... carece de sentido común. El caso es que se ha convertido en el lateral que consagra a cualquier extremo que se enfrente a él. Ni que decir tiene que el bloque del Madrid se desangra por su costado.

La dificultad de jugar como extremo

En España hubo siempre extremos que destacaron por la calidad que atesoraban jugando pegado a la línea de cal, tratando de zafarse de las acometidas de rudos marcadores y teniendo que apechugar con balones y terrenos de juego que no les ayudaban. He aquí algunos nombres de quienes alcanzaron fama en esa demarcación: Gainza, Basora, Seguí, Gento, Collar... A medida que el deporte rey fue evolucionando, y para bien, claro que sí, los extremos hubieron de adaptarse a otro tipo de juego, donde las exigencias aumentaron tanto en compenetración con los laterales como en ayuda defensiva. Tarea ímproba que muy pocos futbolistas interpretan como mandan los cánones que rigen desde hace años. En el Barcelona-Madrid vimos a dos extremos, de características diametralmente opuestas, cuya forma de proceder obligó a que los centrales del Barcelona tuvieran que redoblar sus esfuerzos. Vinicius y Lucas Vázquez, sin duda alguna, están influyendo en la consistencia del conjunto.

Marcos Llorente es la modernidad como mediocentro

Sí, mire usted, Busquets se ha distinguido siempre por dominar el tiempo y el espacio, conocimiento que, según dice Xavi Hernández, nada más que se aprende en La Masía. Pero creo que estará de acuerdo conmigo en que, cuando su equipo es dominado, sufre lo indecible; hasta el punto de hacerse invisible. Creo haber dicho en otra ocasión que yo fui espectador de todos los partidos que jugaba el Alavés por el interés que había despertado en mí el juego de un chaval que estaba cedido por el Madrid. Ese era Marcos Llorente. Quien no necesita ser corpulento para hacer de escudo de su defensa y además cumplir con otras misiones que le aportan muchos beneficios a su equipo. En el Camp Nou, mientras estuvo jugando, anduvo sobrado en todos los sentidos. Gracias a su conocimiento del juego y al entusiasmo que derrocha. Ambas cualidades revestidas de solidaridad con sus compañeros, lo han convertido en un jugador importante de su equipo. Lástima que se haya lesionado. Pues el Madrid necesita de su modernidad.

Lionel Messi es imprescindible en el Barcelona

Verdad de Perogrullo. Aunque sería de memo no reconocer la categoría de los jugadores que componen la plantilla del Barcelona. Y lo mal que éstos deben sentirse cuando, como ayer, los aficionados piden a voz en cuello la presencia de la estrella argentina en el terreno de juego. No tengo la menor duda de que muchos de ellos -en esos  momentos- bisbisearon maldades que serían consideradas de enorme interés si se hicieran públicas. Lo cierto es que a medida que la fama de Messi sigue creciendo, y su participación en los partidos es tenida como sinónimo de victoria, sus compañeros irán haciéndose a la idea de que no dejan de ser meros comparsas suyos. Y acabarán invadidos por ese amor propio herido que tanto daño proporciona a quienes lo padecen. Y que puede surgir en cualquier instante. "No en vano el amor propio es un curioso animal que puede dormir bajo los golpes más crueles, pero que se despierta, herido de muerte, por un simple arañazo".






   















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