Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 16 de mayo de 2019

Profesionales de la mentira


Generan los políticos tal confusión con sus mítines, y no es la primera vez que lo digo, que uno estaría dispuesto a ser hibernado hasta que concluyera el espectáculo de un deplorable hablar a gritos y donde los insultos y las mentiras prevalecen por encima de las ideas y de las propuestas. Ha llegado el tiempo de los ofrecimientos, y allá que los profesionales de la mentira prometen el oro y el moro... Pero la cita de Tierno Galván acude presurosa para evitarme cualquier atisbo de creencia: "Las promesas electorales están para no cumplirlas". 

Otra obviedad fue la que dijo Iñaki Anasagasti: "En política, lo verderamente importante cabe en la punta de una servilleta". Estamos en plena campaña electoral y la barahunda existente me produce hastío. Sobre todo porque la mayoría de los políticos airean sus mentiras con expresiones donde las faltas de ortografías y las vulgaridades salen a borbotones de bocas contraídas por visajes de falsedades. Ni siquiera podemos disfrutar de oradores que nos lleven al huerto deleitosamente.

Tampoco estaba descaminado aquel otro personaje que proclamaba que los políticos aprenden pronto a impedir que la gente se meta en lo que sí le importa, durante cuatro años. Y ahora, en tiempo de elecciones, cuando les urge salir a la palestra para procurar por todos los medios seguir en el machito, tratan de contarnos el cuento del alfajor. Y uno, que tiene el voto decidido desde hace ya mucho tiempo, mira con escepticismo todo cuanto viene ocurriendo.

Los políticos, durante las campañas electorales, se lanzan a la calle como si no hubieran roto un plato en su vida. Saludan a cuantos ciudadanos se cruzan en su camino, haciendo alardes de una dentadura que ha recibido la limpieza correspondiente para ocasión tan importante. Acuden a los mercados y saludan a los pescaderos, sin ningún temor a la humedad oceánica; besan a los niños para expresar una ternura emocionante, y hasta son capaces de hacer el pino con tal de que les presten la atención debida.

Yo conozco a uno que lleva casi toda su vida haciéndose el artículo durante las campañas electorales. Y se ha convertido en remedo de mal cómico. Porque discursea de manera trasnochada. Cuando lo oigo hablar, no lo escucho. Puesto que me da mucha grima que el tal no se percate de que, como encantador de serpiente, está más quemado que el barco del arroz. Y, por consiguiente, ya no camela ni a la vecina del quinto. No cabe la menor duda de que ha perdido el sentido del ridículo... Triste sino.


















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