Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 6 de julio de 2019

La mejor definición del tiquitaca


El triunfo de la Selección Sub-21 ha propiciado que quienes han estado muchos años hablando del tiquitaca desmedidamente, no cesen de recordarnos las bondades de ese estilo de juego, considerado hispano por los cuatro costados. O sea, que han vuelto a las andadas. Es decir, a vender humo. Cuando la realidad es que el equipo dirigido por Luis de la Fuente logró sus victorias gracias a buscar la portería rival cuanto antes.

El tiquitaca se caracteriza por el uso de pases cortos y precisos en las transiciones. Forma de jugar con la que la Selección absoluta logró grandes triunfos. A partir de ahí casi todos los equipos, aun careciendo de jugadores apropiados para practicar ese estilo, no dudaron en adoptarlo. Y, claro, fracasaron en el empeño. Y lo peor es que algunos pagaron muy caro su esnobismo.

Quien mejor definió el susodicho estilo de juego fue Fernando Lázaro Carreter en El Dardo en la Palabra. Él trataba de decirles a los comentaristas de televisión que el verbo especular no era el adecuado para definir ese juego de posesión con que se empleaban ambos equipos. Y acertó  en describir ese fútbol enjuto, que tiene más tonterías que un mueble bar.

Así se expresó el maestro Lázaro Carreter. Acontece con frecuencia que un equipo, o los dos, se aposentan en el centro del campo: zona donde parecen a gusto. Recibe el balón un defensa, y lo remite cortésmente a un medio; pero éste lo devuelve al defensor, que lo larga con pausible equidad al otro medio. El cual abusa, tal vez, reteniendo el balón, sin considerar que otros aspiran a gozar de él: mas un contrario se le acerca tremolando la bota, y lo endilga al compañero de línea, que se lo pasa al defensa de antes... Pero la entrega queda corta, y se adueña de la pelota un adversario, el cual, lejos de irse hecho una flecha hacia el otro marco, vuelve a empezar el rigodón al revés. Esto es, exactamente, lo que los comentaristas llaman especular en el neocastellano: ahora para ti, ahora para mí, te la doy, la quiero, y ojo con las áreas, que asan carne.

Son tan concienzudas tales maniobras, ese chotis bailado en una baldosa, que un genio idiomático, halló el término exacto para designar la acción: aquellos chicos practican lo que, en su modestia, hicieron Aristóteles y Platón: perder el tiempo. Sin embargo, ocurre algunas vez que uno de esos pies cogitabundos se decide y chuta. Y que, por milagro, mete gol. El juego consiste en eso, tal es su fin, aunque al profano le parezca que el balón va y viene sin plan ni traza, vagabundeando y divagando, bordoneando, atorrante y bohemio, entre faltas. El partido es como un vago embarazo.




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