Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 4 de julio de 2019

La pretemporada de fútbol


En llegando este tiempo, siempre suelo acordarme de Jesús Moreno Manzaneque. Nos conocimos en el Bar Cádiz. Situado en un pasaje del mismo nombre que corre paralelo a la calle de Carretas de Madrid. Nos presentó Ángel Rodríguez, más conocido por el sobrenombre de El Feo, ojeador de jugadores y representante de muchísimos futbolistas. Fue un 4 de julio de 1960. A partir de entonces, mi amistad con Moreno Manzaneque fue a más. Y duró hasta su fallecimiento. Jesús era ocho años mayor que yo. Pero jamás dejó de consultarme cuestiones relacionadas con el fútbol.

Moreno Manzaneque era un personaje. Un tipo a quien había que tratar con tiento. Con ese tacto que requieren las personas que han tenido que luchar denodadamente para abrirse camino en la vida. En la temporada 79-80 llegó a Lorca para sustituir a Fernando Lillo como entrenador del equipo local. En el cual obtuvo éxitos como técnico y también como propietario del club. Teniendo como presidenta a su esposa: María Ignacia Hoppicher.

En ocasiones, mi teléfono sonaba a deshora; es decir, cuando el rin... rin... riiiin... del aparato era capaz de provocar sobresaltos entre quienes estábamos ya en los brazos de Morfeo. Ora quería saber algo sobre un jugador, ora acerca de la forma de jugar de un equipo, ya para contarme un problema, o bien para felicitarme por cualquier victoria lograda por el equipo entrenado por mí. La realidad era que aprovechaba cualquier motivo para conversar conmigo.

Cierto día, dado que un equipo entrenado por mí se enfrentaba al Lorca presidido por su esposa, y no recuerdo si todavía entrenado por él, Jesús Moreno Manzaneque llegó al hotel donde nos alojábamos para charlar conmigo. Hablando de la pretemporada, recuerdo que le dije lo siguiente: la pretemporada es una fase de la preparación en la que debe reinar por encima de todo la esperanza. En ella, además, siempre hay motivos para que el grupo se divierta de lo lindo.

Es admirable observar cómo los futbolistas llegan a las instalaciones de trabajo saludando a cuantos se cruzan en su camino y dispuestos a ser agradables con quienes componen el cuerpo técnico. Nadie procura, salvo raras excepciones, el verse con el entrenador las menos veces posibles. Sino todo lo contrario. Los hay incluso que disfrutan relacionándose mucho con el técnico. Lo cual tampoco es recomendable. Pues día llegará en que el exceso de confianza sea una rémora.

Los entrenadores expertos saben de memoria cómo han de actuar en este ciclo de preparación y, por tanto, son menos propensos a cometer errores que luego se convierten en problemas graves. Cuando un técnico dice en el discurso inaugurar que las puertas de su despacho están abiertas para todos y que él sabrá escuchar atentamente los deseos de cada uno de los miembros de la plantilla, ha de saber que los primeros en acudir serán quienes jueguen menos partidos amistosos, durante la preparación. Y lo harán de entrada con la consabida pregunta.

-¿Usted cuenta conmigo?...

Y a partir de ahí todo será bien distinto:  la alegría del grupo no será ya la misma; los saludos se irán reduciendo; el jolgorio diario decrecerá sin cesar y el técnico, por si lo había olvidado, se habrá dado cuenta ya de que está viviendo la verdadera realidad del fútbol. Una realidad donde lo único que vale es ganar, ganar y ganar.

¡Ah!, se me olvidaba, yo tuve la suerte de tener a Jesús Bea -Suso para los amigos- como jugador en la Agrupación Deportiva Ceuta. Y él, tanto o más que yo, conocía la forma de ser de Jesús Moreno Manzaneque. Quien me fue presentado, un día como hoy, hace cincuenta 59 años. Y me agrada sobremanera recordarlo. O sea.








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