Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Árbitros


Cuando oigo hablar de los árbitros, bien, regular o mal, tardo un periquete en adentrarme en tiempos pasados. Partiendo desde los años sesenta hasta los ochenta. Años en los que yo me ganaba la vida como profesional en el deporte que despierta pasión a raudales. Y no necesito valerme de datos escritos ni de opiniones ajenas para recordar lo desamparados que estábamos futbolistas y entrenadores en el terreno de juego.

Los arbitrajes de aquellas décadas invitaban a encomendarse a todos los santos habidos y por haber... Hasta el punto de que lo primero que preguntábamos los profesionales de la cosa, con bastante antelación, era por el nombre del colegiado que había sido designado para dirigir la contienda. Y pocas veces, muy pocas, conseguíamos desterrar la idea de que ganar en campo contrario, con Fulano, Mengano o Zutano, era una tarea titánica. Si no se conseguía con rotundidad.

Los árbitros de Segunda División A para abajo, salvo raras excepciones, carecían del coraje suficiente para afrontar las dificultades que entrañaba pitar en muchos campos. Donde los hinchas acudían poseídos por una pasión tan desenfrenada como si fuesen a una guerra. En muchos casos, más que incisivos pecaban de falta de civismo. Los partidos se jugaban en medio de un ambiente tan enrarecido que encogía los ánimos de los árbitros y, claro es, salían ya de los vestuarios acoquinados. Con la jindama a flor de piel.

Cuando te tiraban objetos desde la grada, y decidías acudir al árbitro con la piedra o la botella en la mano, lo primero que se le ocurría decirte es que no le complicaras la vida... Si le dabas las quejas por una decisión errónea, los había que no tenían el menor inconveniente en contestarte así: "A ver si te enteras, de una vez, que yo tengo el coche aparcado en un sitio conocido y expuesto a que me lo destrocen...".

Tampoco faltaban los colegiados que se ganaban la vida siendo representantes de varios productos y que aprovechaban sus viajes para venderlos. Así que llegaban a la ciudad de destino uno o dos días antes del partido y hacían su agosto. Acompañados de un señor de la localidad, conocido como futbolero, y que ya les había hecho el artículo. En algunos casos, en muchos casos, el acompañante era el delegado del conjunto de la tierra.

En aquellos tiempos se daban con frecuencia las ventas de partidos. De las que solían regodearse los sujetos encargados de poner de acuerdo a las partes correspondientes. Quien escribe perdió un ascenso en un campo castellonense... Sabiendo que comprador y vendedor habían pactado la forma de llevar a cabo semejante ruindad. Y no me atreví a denunciarlo. Pues gato escaldado...

Decir que el fútbol ha evolucionado en todos los sentidos, y para bien, es verdad tan evidente que no necesita demostración. Desde hace ya mucho tiempo los trencillas están protegidos. Por más que de higos a brevas alguno sea maltratado en un partido de juveniles por parte de los familiares de los participantes. Quienes no dejan de ser unos cafres. Ahora bien, tampoco es de recibo que cometan errores de bulto -gozando de tantas ventajas- y que, en vez de rectificar, se escuden en que son decisiones de interpretación. Así que los árbitros, actualmente, deciden como les sale a ellos de los... gemelos.
   



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.