Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 17 de enero de 2020

Irene Montero, ministra de Igualdad


A los quince años, según reza en su biografía, se afilió a las Juventudes Comunistas (UJCE). Dando muestras evidentes de ser una niña de precocidad política. Así que me la imagino ya en esa época estudiando todo lo concerniente al "bauvismo". Es decir, una doctrina autoritaria que acabó como el rosario de la aurora. En realidad, todo comunismo fue un fiasco. Cuyas nefastas consecuencias no necesitan ser reseñadas. 

Lo que no se le puede negar a doña Irene Montero Gil son los logros obtenidos cuando aún tiene la edad en la boca. Es licenciada en sicología. Como militante de Podemos -hoy Unidas Podemos- ha sido diputada por Madrid durante cuatro legislaturas en el Congreso de los Diputados. Lo cual no le ha impedido dar a luz dos veces y ser propietaria de un casoplón en Galapagar. Y, por si fuera poco, el padre de sus hijos es vicepresidente del Gobierno de la Nación y ella ministra de Igualdad. A ver quién es el guapo que se atreve a decirnos que ser comunista no es rentable en los tiempos que corren.

La ministra de Igualdad, presa de un posmodernismo excitante y esgrimiendo continuamente esa grímpola de feminismo huracanado, debería acordarse también, en algun ocasión, de lo que dijo Marguerite Yourcenar, académica francesa, en relación con el hombre: "La idea de que el hombre como tal hombre es necesariamente más feliz y lleva una existencia más color de rosa que la de la mujer, me parece bastante grotesca, porque, al fin y a la postre, hay muchos hombres que no son tan felices como se pretende".

De seguir así, señora ministra, habrá hombres y por qué no mujeres que la consideren asimismo como ministra de Desigualdad. Incluso no me extrañaría que, cualquier lector aventajado, le recordara lo que Paul Valéry decía. "Hay tres clases de mujeres: las fastidiosas, las fastidiantes y las fastidiadoras." Aquel desagradable misógino no se equivocaba del todo, a juzgar por lo que dicen los hombres. Por lo demás, cada una de esas tres categorías provoca reacciones diferentes en sus compañeros.

Con todos mis respetos, señora, y en vista de que es una mujer inteligente y muy preparada, como decían otrora, procure que no la encasillen como política fastidiosa. Insoportablemente (fastidiosa). Por más que a usted la quieran las cámaras de televisión y tenga tanta facilidad de palabra como para convencer de su comunismo trasnochado a muchos españoles. Y no olvide que ya se acabó el viejo mito de la "Dama de las Camelias".

Si, claro que sí; por ello le diré lo siguiente: "todos los hombres de bien piensan que sin las mujeres el mundo no sería más que un caos. Reconocen y admiran su voluntad y el valor. La sutileza en las relaciones humanas. La resistencia física. El sentido que tienen de lo concreto...". Y, cómo no, son conscientes de que cuanto más felices sean menos expuestas están a decir: "No, esta noche no, cariño, me duele la cabeza".
 













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