Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 7 de enero de 2020

Pablo Iglesias llora por el poder adquirido


El Congreso de los Diputados ha sido durante los debates de investidura de Pedro Sánchez lo más parecido a un estadio de fútbol argentino donde parte de las aficiones de los equipos contendientes dan muestras innegables de estar compuestas por lo peorcito de cada casa. Algo que sigue resultándome extraño. Porque siempre se nos ha dicho que los niños de ese gran país nacen todos con un libro bajo el brazo. Y por lo tanto debería primar la educación. 

Yo entiendo que los señores diputados hablen con pasión cuando les toca salir a la palestra. Dado que el desapasionamiento quizá alargue la vida, pero estoy con quien dijo que no la enriquece. Ahora bien, la mala educación como único medio de debatir le hace un flaco favor a la política de partidos y sobre todo a los políticos. Quienes son cada vez más detestados por los ciudadanos. El mal comportamiento de los que se hacen llamar señorías se ha vuelto contra ellos. En vista de que la zafiedad ha reinado en el hemiciclo.

Hasta el punto de que lo grotesco ha prevalecido sobre la ironía: esa burla fina que deja a cualquier oponente político sin palabras durante el tiempo justo para que las risas cundan por doquier. Los grandes parlamentarios se distinguieron siempre por saber herir con tanta facilidad como el cuchillo penetra en la mantequilla. En el Congreso de los Diputados, en cambio, han reinado los discursos incitando al odio. Generador indiscutible de la violencia. Se han hecho presentes la inquina y mala voluntad generalizada.  

Hemos asistido a actuaciones que bien podrían catalogarse de extravagantes y ridículas. Ese esperpento valleinclanesco que don Ramón definía de manera apoteósica. Los debates de investidura de Pedro Sánchez pasarán a la historia parlamentaria como sustancia venenosa o nociva para la salud y que redundará en contra de la democracia. Ese régimen considerado como el menos malo de todos los regímenes existentes. 

Visto lo visto y oído -en la Casa de los conocidos como Padres y Madres de la Patria- nos insta a los ciudadanos a pedir la protección del santo o santa de nuestra devoción para que el Gobierno de coalición del PSOE con Unidas Podemos no acabe como el rosario de la aurora. A propósito, debo reconocer que Pablo Iglesias sigue manifestando públicamente su excesiva alegría por el poder obtenido cuando su partido estaba a punto de palmarla. 

Tal vez sea esa alegría la que ha logrado moderar sus discursos e incluso que haya decidido dárselas de hombre de paz. Forma de proceder de un comunista cuando adquiere poder. No olvidemos que el poder de Pablo Iglesias consiste en estar en el sitio preciso para presionar al Gobierno al alimón con los partidos independentistas. Y hasta ganarse la confianza de la gente haciéndole huelgas al Gobierno cuando lo crea conveniente. Lo cual le supondría no sólo ir recuperando a sus votantes perdidos, sino que también le daría alas para postularse como candidato a residir en el Palacio de la Moncloa. Semejante oportunidad bien valían las lágrimas derramadas por nuestro Lenin








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