Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 15 de marzo de 2020

Los terribles años cuarenta


Alguien dijo que la vida no va bien sin grandes dosis de olvido. Y que un acto supremo de la inteligencia es mirar hacia adelante y hacia arriba. Pero a quienes nacimos en el año de la pera, y tenemos la suerte de tener una buena memoria, nos resulta harto difícil no acordarnos de cómo fueron los años cuarenta del siglo pasado. Cuando a todos los males de la postguerra se le sumó la tuberculosis. Debida a la carencia de alimentos y a que las familias vivían en habitáculos insanos.

Desde muy niño compartí yo juegos con amigos tísicos. Es cierto que ya había penicilina... Pero su adquisición sólo estaba al alcance de los ricos. Así que todos los niños estábamos expuestos a inhalar unos pocos bacilos si alguien infectado estornudaba, escupía o tosía. Nuestras madres nos aconsejaban al respecto. Aunque los pequeños no le hacíamos el menor caso. Puesto que la amistad a esa edad estaba por encima de cualquier peligro patente.

Las defunciones por tuberculosis eran frecuentes. Mayormente entre los pobres. Pues para los ricos ya existían sanatorios y tarritos de penicilina. De aquella pandemia  los españoles  fueron saliendo adelante con resignación... Fueron años duros como el pedernal. Porque escaseaban los alimentos y primaba el estraperlo. También llegó el piojo verde. El cual traía consigo la amenaza de una especie de tifu cuyo nombre no recuerdo.

Tampoco conviene echar en saco roto lo que no dejaba de ser una afrenta difícil de conllevar. Frente a una mansión en la que cada dos por tres se daban fiestas suntuosas en las cuales corrían el vino y la alegría, había una casa habilitada por inquilinos que apenas tenían para hacer una comida al día. ¿Acaso los ricos eran inmunes a las infecciones? No, claro que no; pero podían pagarse la estancia en un sanatorio y acceder a la penicilina. Fueron como un túnel aquellos años cuarenta, tan estrechos y oscuros, tan largos, tan húmedos. Tiempos de parches, de chapuzas, de arreglos. De  hambre canina.

Sí, ya sé que usted podría preguntarme a qué se debe el que yo saque todo esto a colación. Y he aquí mi respuesta: porque tengo la certeza de que el coronavirus, como lo fue la tubercolisis, será abatido por los expertos en infecciones. Y porque deseo destacar el trabajo de todo el personal sanitario. Y, cómo no, porque conviene cumplir las normas dictadas por el Gobierno. Ahora bien, lo que más me preocupa es la crisis económica que pueda producirse. Y que haya que escribir, una vez más, sobre el pánico de los parados.






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