Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 8 de abril de 2020

El miedo de mi amigo


La voz de un amigo me llega empañada a través del teléfono. Lo achaco a que me está hablando del Covid-19. Del asesino silencioso. Y entiendo su emoción. Pues forma parte de las innumerables personas que corremos más riesgos si el virus decide atacarnos. No hace falta preguntarle si tiene miedo. Porque me consta que aún disfruta de la vida. La saborea en cuanto se le presenta la ocasión. De lo cual pueda dar fe.

Así que decido hablarle del miedo. Mira, amigo, el miedo lógico está demostrado que es síntoma de cauta prudencia o incluso de valor sereno, pero el miedo desmelenado es un índice de derrota. Así que solamente cabe salirle al paso y cantarle las cuarenta. De no hacerlo, hazte a la idea de que te irá minando la salud y conseguirá más pronto que tarde inocularte el virus de la desesperanza. De cuya sima cuesta lo indecible salir hacia tierra segura, con el fin de evitar que aparezca el pánico.

Quienes saben, querido amigo, dicen que el miedo, arma del organismo, aprovecha el menor resquicio para volverse contra él. De modo que a partir de ahora deberías presentarle la batalla correspondiente. Aunque tengas que disfrazarte de Guerrero del Antifaz. Todo menos evidenciar ese canguelo que el pavor espera para convertirte en víctima de sus deseos. Agárrate al piso. No cejes en tu empeño de vivir. A pesar de que seas octogenario y por tanto tengas asumido que estás ya en el tramo final de una carrera que tiene un fin tan natural como irremediable. Todo antes de morir de miedo. 

La risa de mi amigo brota con fuerza. Luego, aprovechando mi pausa, me pregunta acerca de la ruina económica que se avecina y del paro que va a generar. Y allá que me pongo a describirle el pánico de los parados. Tantas veces repetido por mí. "Un hombre sin trabajo va de un lado a otro por la casa como un perro abandonado. No olvidemos que un varón sin trabajo se siente casi emasculado...". En rigor, creo que mi perorata le ha alegrado la vida a mi amigo. 

































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