Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 20 de julio de 2020

Aquel verano de 1982


Ceuta. 20 de julio de 1982. Alejandro se llama el jefe de barra de la Cafetería del Hotel La Muralla. Le pido un Fino Quinta. Suena la una en reloj cercano. El vino está remontado y decido no probarlo más. Alejandro lo nota y me pregunta si le pasa algo al fino. Dudo si decírselo. No vaya a pensar que aparento conocimientos de catador experto. Pues sé, por experiencia, que muchos camareros desconocen lo que es un vino remontado, y si se les dice algo al respecto, tuercen el gesto y bisbisean juicios inadecuados.

Alejandro, que es un barman con mucho oficio, entiende que el vino está estropeado, debido a que la botella lleva mucho tiempo almacenada en sitio inadecuado. 

En ese momento llega él.

-Buenas tardes, don Eduardo.

-Buenas tardes, Alejandro; buenas tardes, Manolo. 

A mí me parece que Eduardo Hernández guarda cierto parecido con Clark Gable. Ha de andar por la cincuentena. Se mueve con parsimonia, dejando ver su prestancia. Me invita a seguirle hasta el que es su sitio habitual; la esquina de la barra que cae cerca de la puerta que conduce al jardín. Este es 'El Rincón', me dice. Así lo indica, además, una placa que pende de la pared y que Eduardo me alienta a leer: Aquí se viene a beber. Bronca nunca tener. De Política ni hablar. Y antes de irse pagar.

Metidos en  conversación, Eduardo me pregunta por Guillermo Valero y por otras personas de El Puerto de Santa María. Hablando estamos del fracaso de la Selección Española en el Mundial de Fútbol, celebrado en España, cuando aparece Ricardo Muñoz: alto, enjuto, bien vestido y erguida la planta. Es el alcalde de la ciudad. Se escucha al hablar y adopta poses como convencido de que todas las miradas convergen en él. Nos pone al tanto del viaje que hará a Madrid, no tardando mucho, relacionado con la autonomía de Ceuta. Y, a renglón seguido, destaca lo cansado que está y lo mucho que necesita el descanso habitual en la Costa del Sol. 

Eduardo lo mira sin pestañear, mientras acaricia la base del catavino que Alejandro acude presto a cambiarle cada dos por tres.

Desde 'El Rincón' se divisa perfectamente el jardín del hotel y la piscina. Y allí está ella toda telenda. Luciendo un bañador con un garbo que aumenta las pulsaciones de quienes no dejan de mirarla a hurtadillas desde la barra de la cafetería. Enterado quedo de que es una funcionaria muy destacada y que lleva dos años en Ceuta. Me dicen que es treintañera, soltera y sin compromiso. Y sabedora de que despierta los mejores deseos cuando mueve su cuerpo por la piscina del hotel.  

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