Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 22 de julio de 2020

Inmigrantes

Hace veinticinco años la presencia de los inmigrantes subsaharianos por las calles causaban asombro entre los ciudadanos y los comentarios eran muchos y nada halagüeños para quienes venían huyendo de la miseria y convencidos de que Ceuta era sólo la antesala donde esperar la llegada del momento deseado: la entrada al Edén europeo. Craso error. Puesto que si la península no estaba preparada para soportar tamaña invasión, ya me dirán ustedes que podían hacer las autoridades ceutíes ante aquella avalancha. Pues carecían de conocimientos y de medios para afrontar un reto que las sobrepasaba en todos los aspectos. 

Ahora bien, siempre mantuve que tanto el alcalde como la delegada del Gobierno de la época, pecaron de dejadez en lo concerniente a los inmigrantes que buscaron cobijo en los bajos del Ángulo. Lo digo, una vez más y sin ánimo de ponerme medallas, porque fui el primero que se atrevió a entrar en aquellas catacumbas en las que se hacinaban los subsaharianos. Eran galerías subterráneas donde la oscuridad, las aguas fecales y las ratas servían de habitáculo a unos seres que no necesitaban que les hablaran del infierno. Dado que ya estaban viviendo en él.

El inmigrante que se ofreció a conducirme por aquel dédalo inmundo, se expresó así: "Como cristiano tengo la confianza de que aquí estamos ganando el derecho a disfrutar de un mundo mejor allá". Lo de siempre. Pues bien, tras mi visita al averno escribí que lo que estaba pasando en aquellas mazmorras podían ser causa de una rebelión en cualquier momento. Pero mi advertencia sonó a exageración y a ganas de sobresalir en la tarea diaria de contar cosas. Los hechos acaecidos el 11 de octubre de 1995 me dieron la razón, desgraciadamente.

Todavía recuerdo la batalla campal y el odio que se desató en las Murallas Reales. Lo sucedido fue espantoso. Entre los heridos hubo un policía herido de bala, apellidado Arrebola. Desde entonces, confieso haber leído mucho acerca del fenómeno de la inmigración pero apenas si he opinado al respecto. En vista de que es un problema que oscila entre el buenismo hipócrita, la xenofobia y los intereses de quienes viven de un hecho tan dramático cual inquietante.

Hoy, sin embargo, he decidido airear lo siguiente: desde hace tiempo vengo viendo todas las mañanas a  un niño que se halla siempre sentado en el bordillo de una acera correspondiente a la Avenida del Muelle Cañonero Dato. Tiene toda la pinta de ser púber. Está mal vestido y a veces se cubre con un plástico. Pide. No molesta a nadie. Carece de higiene. ¿Cómo es posible que los coches de policías que pasan por esa zona cada dos por tres no hayan tomado las medidas oportunas?

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