Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 24 de agosto de 2020

Miedo

Del miedo se nos dice que es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Y también que el miedo lógico puede ser síntoma de cauta prudencia e incluso de valor sereno. Pero que el miedo desmelenado y gratuito es un índice de derrota. De ahí que se nos recomiende enfrentarnos a él para estrangularlo y derrotarlo. Aunque no hay que ser muy espabilado para reconocer que es muy complicado perderle el miedo al miedo. 

El miedo es un lastre que nos aterra, que nos empequeñece y nos devora. De ahí esa expresión de miedo cerval. Miedo muy grande. A la larga lista de elementos miedógenos que hemos ido acumulando desde que tuvimos uso de razón, que no son pocos, se ha sumado el Covid-19. Bicho que ha sembrado el pánico y la desolación generalizada. Protegernos de él debe ser la finalidad de los gobernantes.

El ataque del virus -en tiempo marceño- sorprendió a los hospitales tan escasos de personal como de materiales. Así que los profesionales sanitarios tuvieron que multiplicarse y afrontar la enfermedad con valor sereno y ejemplarmente. Se vieron desbordados y sufrieron de lo lindo por el drama que estaban viviendo. Y sobre todo porque no tuvieron más remedio que tragarse sus miedos, sabedores de que estaban expuestos a ser infectados. 

Durante muchos días, los ciudadanos salieron a los balcones a rendirles el homenaje que merecían las personas que estaban jugándose la vida a pecho descubierto. Aquel entusiasmo hizo posible que los profesionales se conjuraran a fin de dar cada cual lo mejor de sí y de sus conocimientos para salvar vidas. Vivieron un idilio que les valió para ahuyentar el temblar de miedo que propiciaba tan nesfasta situación.

Han pasado ya varios meses desde que los enfermos del virus colapsaron los hospitales. Tiempo suficiente para que todos los profesionales hayan podido pensar y recapacitar acerca de todo lo que vieron durante tantos días. Muchos no se han recuperado de lo sucedido. Siguen extenuados y confusos. Les puede la ansiedad y la angustia. 

Los hay que  fueron dados de baja. Y los que siguen al pie del cañón están con el corazón en un puño. Porque están viendo cómo los ingresos por Covid-19 se vuelven a producir. Y se preguntan: "¿Estamos los sanitarios preparados para soportar una segunda oleada del virus? El 85% dijo 'no'. Mientras que el 33% va desarrollando cuadros de ansiedad y de estrés...

No creo que la situación, observando además el comportamiento de quienes incumplen por sistema las normas establecidas, sea la más apropiada para hacer alardes de valor sereno. Máxime conociendo el estado anímico del personal sanitario. Así que ciscarse de miedo será a partir de ahora algo tan lógico como natural. O sea.

 

 

 


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