Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 25 de septiembre de 2020

La próstata de Franco

AG,  amigo y lector de este blog,  me dice que él no sabía que la muerte de Franco me cogió a mí residiendo en Mallorca. Y a partir de ahí empezamos a recordar aquellos años setenta. Mi amigo es más joven que yo, mucho más joven, y tiene interés en saber qué visión tengo yo de Franco...

Franco fue un hombre de chance en grado increíble; la muerte de Calvo Sotelo, Sanjurjo, Mola y José Antonio apartó de su camino hacia el poder supremo los rivales más cualificados. En su larguísimo mandato no surgió dentro de España ninguna oposición que pudiera inquietarlo, y cuando los sucesos internacionales llegaron a un punto en el que parecía imposible que no fuera derrocado, el panorama evolucionó de tal manera que encontró apoyos inesperados.

El de Franco fue un caso singular e irrepetible, sin conexión con los espadones de nuestro siglo XIX, ni con el bonachón y extravertido don Miguel Primo de Rivera, ni con los dictadores grotescos y corruptos del tercer mundo, ni con los coétaneos jefes de los movimientos totalitarios: Mussolini, Hitler, Stalin, que, cada uno en su estilo, tenían don de gentes, un soporte ideológico y un partido. Antonio Domínguez Ortiz lo describe así en España Tres Milenios de Historia.

"Franco carecía de calor humano; helaba al interlocutor no con la majestad de Felipe II, sino con su frialdad de pescado; su verdadera pasión era el poder, y lo satisfizo más allá de toda expectativa; hay que remontarse hasta Felipe II para encontrar otro personaje histórico que acumulase tanto poder y con tal fruición". 'Mi magistratura es vitalicia', decía sin molestarse en probarlo´.

Franco, según cotilleaban los ujieres del Ministerio de Marina en los años sesenta, que se enteraban de todo, hablaba poco y escuchaba mucho. De este modo minimizaba sus posibilidades de meter la pata, y dejaba mucho espacio para que su interlocutor errara. En los consejos de ministros de los llamados 'felices sesenta' era normal que los ministros salieran de El Pardo deseando buscar un rincón donde vaciar la vejiga. 

Nadie podía ir a los servicios. Debido a que la próstata del Caudillo funcionaba más que bien y no se levantaba durante la sesión y, claro, nadie se atrevía a hacerlo. De la próstata del Generalísimo habló en su momento el doctor Antonio Puigvert -urólogo catalán, cuya fama dio la vuelta al mundo-: "El jefe del Estado nunca ha necesitado de mis servicios...".


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