Fructuoso Miaja -concejal, senador y alcalde de Ceuta- recuerda en sus memorias que cuando don Niceto Alcalá Zamora visitó Ceuta en 1933, siendo presidente de la Segunda República, no dijo ni pío de los muchos problemas que se cernían sobre España. Las autoridades locales le hicieron un recibimiento formidable, pero la nación era ya un hervidero de pasiones desenfrenadas en aquellos momentos.
En la sede de la Confederación Nacional del Trabajo de Ceuta se sucedían los comentarios relacionados con su visita y las opiniones no cesaron durante días. También se hablaba de la Guardia Civil. La cual parecía empeñada en emplearse con más dureza que nunca antes. Y los partidos monárquicos y los anarquistas no dejaban de hacer mal ambiente.
En aquel entorno enrarecido, a una revista, perteneciente a la derecha, se le ocurrió publicar que "La democracia era el mal y la muerte y recomendaba votar para dejar de votar, porque consideraban que el pueblo siempre elegía lo peor". Debido al caos reinante, los atentados estaban a la oden del día y los actos vandálicos no se cesaban. Así que ni Azaña, gobernando con los socialistas, ni Lerroux con la derecha, consiguieron mantener la autoridad exigida. El panorama de la situación en España presagiaba males mayores.
Es muy fácil hablar a toro pasado; pero en nuestras reuniones, a las que asistían personas muy preparadas, se temía lo peor. Porque España estaba dominada por las fuerzas reaccionarias. Y se vislumbraba un enfrentamiento de clases que imposibilitaría cualquier intento de convivencia. Es más, la juventud había experimentado un cambio grande y se mostraba dispuesta a promover la agitación social en la etapa republicana.
Eran jóvenes que trataban de acceder al mercado de trabajo y que les resultaba imposible. Andaban entre los 15 y 30 años, y en las grandes ciudades suponían un 40 por 100. Cifra más que importante para que sus protestas generaran problemas. El Gobierno lo tenía muy complicado. Porque además había aún gran tasa de analfabetismo. Entre los cenetistas se tenía la certeza de que el Estado era débil y que terminaría siendo absorbido por la derecha capitalista. El mero hecho de pensarlo nos sacaba de quicio.
Fe de errata: durantes unas horas ha figurado Manuel Azaña como visitante de Ceuta en 1933, en vez de Alcalá Zamora.
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