Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 13 de febrero de 2021

Especular y definir

EL DARDO EN LA PALABRA es, como bien saben ustedes y si no yo se lo digo, el título de un libro escrito por Fernando Lázaro Carreter. Y que  he recomendado a veces a quienes me han confesado que les gustaría mejorar el conocimiento de nuestra lengua. Dado que lo tengo a la vista y al alcance de la mano, raro es el día en que no me resisto a leer varios de sus dardos. Hoy he releído el que lleva el siguiente epígrafe: Especular, otra vez, y definir

El dardo que es extenso y por tanto me obliga a resumir, dice que la elocuencia del benemérito ejército de los locutores deportivos, en Ultramar y aquí, toca techo en el uso que algunos hacen de dos verbos, con el cual va a hacerse el castellano Creso entre las lenguas. Se trata de los nuevos valores que adjudican a especular y a definir. Oigan ustedes.

"Acontece con frecuencia que un equipo, o los dos, se aposentan en el centro del campo: parecen a gusto, inmersos alli. Recibe el balón un defensa, y lo remite cortésmente a un medio; pero éste lo devuelve al defensor, que larga con plausible equidad al otro medio. El cual abusa, tal vez, reteniendo el balón, sin considerar que otros aspiran a gozar de él: mas un contrario se le acerca tremolando la bota, y lo endilga al compañero de línea, que se lo pasa al defensa de antes. Pero la entrega queda corta, y se adueña de la pelota un adversario, el cual, lejos de irse hecho flecha hacia el otro marco, vuelve a empezar el rigodón al revés. Esto es, exactamente, especular en el neocastellano: ahora para ti, ahora para mí, te la doy, la quiero, y ojo con las áreas, que asan carne". 

No me digan que alguien ha descrito mejor el tiquitaca. 

Sigue hablando don Fernando: "Son tan concienzudas tales maniobras, ese chotis bailado en una baldosa, que un genio idiomático halló el término exacto para designar la acción: aquellos chicos practican lo que, en su modestia, hicieron Aristóteles y Platón: perder el tiempo. Sin embargo, ocurre alguna vez que uno de esos pies cogitabundos se decide y chuta. Y que, por milagro, mete gol. El juego consiste en eso, tal es su fin, aunque al profano le parezca que el balón va y viene sin plan ni traza, vagabundeando y divagando, bordoneando, atorrante y bohemio, entre faltas. 

El partido es como un vago embarazo, como una indecisa preñez, en que madura un nasciturus, quizá varios, tal vez ninguno. Nunca se sabe. De ahí que tanta indefinición acabe cuando un muchacho "se arranca y define", esto es, marca gol. En ese instante, todo lo que era especulación y abstracción se hace súbitamente concreto y sensible, definido, en suma.

Otro acierto espectacular, que sólo plácemes merece de cuantos hablamos esta vieja y ruda lengua castellana; los futbolistas especulan y definen: ¿no resulta bello? Es grande también la ventaja purista que ésta última voz va a depararnos, pues sobran en el idioma el anglicismo gol y su familia. Ahora se meterán -o no- definiciones, y quien las meta será definidor. Saludemos con alegría justificada estos usos neonatos en nuestra parla deportiva, y felicitemos a los afortunados inventores, sin olvidarnos de sus ascendientes, responsables genéticos de su talento. 

Admirable lección gramatical de don Fernando Lázaro Carreter y genial su descripción del eurogilifútbol y de cómo narran los partidos los locutores. 

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