Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 22 de febrero de 2021

Protestas por el encarcelamiento del rapero Hasél

Cuando veo en televisión las manifestaciones que no cesan para protestar por el encarcelamiento de Pablo Hasél, de profesión rapero, crestudo él y convencido de que es un personaje de leyenda a quien el pueblo debe salvar de las iras de unos jueces despiadados, la necesidad de blasfemar se apodera de mí. Porque no entiendo cómo es posible que este tipo concite tanto odio hacia las instituciones y de paso ofrezca a los ladrones la oportunidad de robar a mansalva y a los anarquistas recrearse en la destrucción de cuanto les sea posible. 

Parece mentira que en tiempos donde vivir se ha convertido en lucha diaria, debido a una enfermedad que nos acecha a cada paso, la calle sea tomada por una caterva de agitadores sin escrúpulos y dispuestos a combatir a las fuerzas y cuerpos de seguridad. Esgrimiendo armas con deseos de herir a quienes son funcionarios que han de cumplir con su deber. Que es el de velar por la seguridad de todos. Hemos visto a individuos arrojando adoquines contra los policías.
 
Los adoquines son el arma preferida de unos energúmenos que en cuanto les ponen la mano encima gritan a voz en cuello que son maltratados por los agentes. Quienes soportan con estoicidad espartana oprobios y lanzamientos de objetos peligrosos. Y que deben defenderse, claro que sí. Aunque pobre de ellos si dañan a alguien que forma parte del disturbio. Verdad es que hay policías que a veces se exceden en su cometido. Y sé de lo que hablo. Pero no son acciones habituales.
 
Tal y como está la situación, bien hacen los componentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en pedir el material antidisturbio exigido por las circunstancias. Y, desde luego, tampoco vendría mal que Echenique e Iglesias moderaran su lenguaje para no echar más leña al fuego. De no ser así, ambos se exponen a que los ciudadanos crean que no les desagradan las alteraciones de orden público. 
 
 
 
 
 


 


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