Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 30 de abril de 2021

En mayo, cada oveja con su pareja

Comienza el mes de mayo y siempre que ello sucede me acuerdo de lo que le dijo una mujer hermosa, inteligente, liberal, y que disfrutaba de la independencia que ella se otorgaba hasta donde le era posible, un Primero de Mayo, a otra que aprovechaba cualquier oportunidad para intentar zaherirla: "Mira, Fulana, en vez de preocuparte de si yo viajo, o de si mi pareja viaja o de si nos llevamos bien o mal, creo que deberías aprender lo siguiente: "En mayo, cada oveja con su pareja... Que tienes cara de activa pero sin disfrute". 

La anécdota corresponde al mayo de 1983 y yo fui testigo de ella. Recuerdo que los medios de comunicación estaban saturados de mensajes políticos. La lucha por el poder municipal era dura. José Luis Godino no se cansaba de airear las cualidades que adornaban a Germán Borrachero para ser alcalde de Ceuta. En aquel mes de mayo, las bodas se prodigaban y los restaurantes no daban abasto. Corría el vino y la alegría.

Cuando entonces, el delegado del Gobierno, Manolo Peláez -que se aloja en ese lugar del cual nunca se vuelve-, no se hartaba de decirnos lo mucho que le preocupaban las instalaciones de la Sanidad ceutí. Y, aunque ustedes no lo crean, hubo muchas personas que se sintieron ofendidas por esas declaraciones del buen político asturiano. De nada le valió responder que no descansaría hasta conseguir que los mejores especialistas vinieran a Ceuta. Peláez era, sin duda alguna, un soñador.

Margarita Souvirón llegó radiante al Rincón del Hotel La Muralla porque le habían aceptado su dimisión como secretaria general de la delegación del Gobierno. Margarita estaba más atractiva que nunca. Fernando Jover la miraba embelesado. A partir de ahí permaneció en silencio y por tanto dejó de poner a Francisco Fráiz en los cuernos de la luna. La tertulia estaba muy animada. Eduardo Hernández, mi siempre recordado amigo, se reía por lo bajini. Eran otros tiempos...   


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