Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 28 de mayo de 2021

La Feria del Libro

Cuando llega la Feria del Libro me doy cuenta de que estoy a punto de vivir un nuevo verano y asimismo que las tardes de lecturas ya no serán iguales. El calor me causará amodorramiento y el esfuerzo que exige el leer será doble. Pero, por ser vicioso de los libros, soportaré la somnolencia con un ejemplar entre las manos y perdiendo la noción del tiempo a cada paso con las cabezadas de rigor. Son momentos de lucha contra ese sueño breve que nos irrita porque nos está privando de un placer que sólo entienden quienes han hecho de la lectura un hábito indispensable.

Al hábito de algo se llega por medio de la reiteración y el de la lectura fue una tendencia que me inculcó, con machaconería, un bibliotecario en tiempos de postguerra y a quien nunca dejaré de agradecerle el favor que me hizo.  Era un hombre que no soportaba la época que le había tocado vivir y que disfrutaba encerrado muchas horas entre las paredes frías de una sala destartalada y en la que él guardaba libros que nadie leía. 

Muchos dicen que la lectura debe resultar un acto placentero. Sin sometimiento a la dictadura del esfuerzo que supone estudiar todo cuanto cae en las manos de los adictos a las palabras escritas. Sin embargo, nada tan grato hay, al menos para mí, como leer minuciosamente y demorarse en las páginas hasta decir basta ya. Lo peor que tiene la lectura de libros, amén de que a ciertas edades supone acelerar más el quebrantamiento de la vista, es que uno acaba queriendo escribir literatura. Y esas son palabras mayores. Mas tampoco conviene martirizarse por semejante deseo. Pues todo lo malo de esta vida tendría que estar resumido en ese querer ser escritor  -reconocido- aunque no se tengan ni las cualidades ni la imaginación para serlo. 


Cuentan que las personas enamoradas de un libro son como los enamorados de su mujer: no descansan hasta haberlo o haberla presentado a sus amistades para que lo admiren o la admiren. Así que se vuelven pesadas y a menudo lo pierden o la pierden. De ahí que prestar un libro sea para mí algo que no entra en mis planes. Y, por tanto, me niego rotundamente a ello. Que otra cosa es comprarlo y regalarlo. Ah, un libro que no merece ser leído dos veces no debe ser leído totalmente. Qué razón tenía quien lo dijo. 


 


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