Luis sigue viendo muchos partidos y hablando de fútbol hasta los codos. Lo cual no es óbice para que juegue al tenis. Ayer me contaba los beneficios que le aporta ese deporte. Y en esas estaba cuando, de repente, me dijo: "Manolo, hablas poco de tus vivencias como entrenador y, cuando lo haces, pareces embargado por la cortedad. Cuando actualmente opinan y dan lecciones quienes jamás fueron profesionales del deporte rey. Debo decirte que muchas veces me permito hablar de ti ante personas que no te conocen o dicen no conocerte".
Te cuento, Luis: Hablar de uno mismo es tan peligroso como agradable. Aunque hay riesgo de caer en una vanidad estúpida, y hay riesgo de naufragar entre los escollos de la falsa modestia. Por mi parte, y a mi edad, podría asumir los riesgos a fuerza de sinceridad extremada. Pero creo que no merece la pena hablar a toro pasado de muchas cosas que hace tiempo decidí guardar en el baúl donde permanecen los recuerdos buenos y malos. De los primeros me queda el cariño de muchos futbolistas que estuvieron varias temporadas conmigo. Pero que yo, salvo excepción, no hago nada para ponerme en contacto con ellos. De los segundos, me desagrada hablar mal de los muertos. Si bien es cierto que yo nunca me he lamentado públicamente de lo que pude haber sido y no fui.
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