Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 5 de julio de 2021

Un millón de gracias

Es el título de un libro escrito por Antonio Burgos. ¡Perdón! Quiero decir don Antonio; no vaya a ser que se enfade el reputado escritor sevillano y me responda que si él no soporta el "tú" del personal de los hospitales cómo va a aceptar mi tuteo.  Y hasta puede que me mande allá donde el viento da la vuelta: no sólo por no conocerme absolutamente de nada, que también, sino porque su don le pertenece por ser bachiller por el plan antiguo. 

Releyendo Un millón de gracias me he acordado de que en El Quijote el Barbero llama a Sancho 'don Ladrón'; Don Quijote se dirige al leonero llamándole 'don Bellaco'. El uso del don injurioso es propio a su vez de las novelas de caballerías. El Renacimiento había puesto en el ánimo de la gente un deseo de superación que a menudo se quedaba en estos usos artificiales y esperpénticos. Quien podía se compraba la merced de llevar el Don con todo derecho, privilegio que en 1644 costaba doscientos reales, y el doble si se quería que el hijo lo heredase; si se pagaban seiscientos reales de plata el privilegio se hacía perpetuo en los descendientes legítimos. Francisco de Quevedo escribe en La visita de los chistes (1622):

En todos los oficios, artes y estados se ha introducido el don en  hidalgos y en  villanos. Yo he visto sastres y albañiles con don.

Se llegó a tal extremo en el uso de los tratamientos que se devaluaron. Desde Berceo al siglo XX se ha dado el título a lavanderas y dioses; a reyes y santos, a los meses del año y a las fiestas, a alimentos y monedas... Tal ha sido la profusión y abuso que lo que nació para distinguir acabó siendo insulto. Ejemplos: Don nadie. Dondiego. Doncoliche. Dontieso. Lo de Dontieso se dice mucho en Jerez de la Frontera y otros puntos de la provincia de Cádiz. Así llaman a quien tiene mucho don pero carece de din; persona que aunque venida a menos no parece darse cuenta de su situación y afecta grandeza, cuando está tieso. 

Querido don Antonio: A mí jamás se me ocurriría tutearle, faltaría más. Pero no le exija a los sanitarios que lo hagan. Pues es preferible que le priven del don a que le digan: "Está usted muy bien para su edad". O que llegue el vecino y le suelte eso de "¡Qué bien le veo!...", don Antonio. Pues ambas frases parecen hechas como llamadas prudentes para recordarnos que estamos ya con esa hoja roja que aparece en los librillos de papel de fumar para indicarle al fumador que se está acabando.






 




 




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