A veces sentimos la necesidad imperiosa de ingerir algún alimento para matar el gusanillo; es decir, para 'apaciguar el hambre'. Tal es el sentido en que se emplea de forma generalizada la expresión, que sin embargo aparece por vez primera en la decimocuarta edición del diccionario académico, de 1914, con el significado de 'beber aguardiente en ayunas' ( lo que se denominaba también tomar la mañana). ¿A qué clase de gusanillo nos referimos? He aquí lo leído sobre ello hace ya muchos años.
"La idea de la existencia de un gusanillo especialmente revoltoso en ayunas que hacía del hombre un ser venenoso es antigua y Pasteur llegó a demostrar su existencia "científicamente", al inocular la saliva de un muchacho a un conejo con resultado fatal para el roedor: "Según Pasteur, se debe este resultado (la muerte del conejo) a la presencia en la saliva de los párvulos de un parásito, que introducido en la circulación de algunos animales produce accidentes mortales. Dicho parásito está igualmente en la saliva del hombre, pero desaparece de la boca tan pronto como cesa el ayuno", podía leerse en 1881 en La Ilustración Española y Americana.
Hace ya la tira de tiempo entré en una bar de Chinchón, bonito pueblo de la comarca de Madrid, para desayunar, y me percaté de que a medida que iban llegando los clientes del lugar al establecimiento, lo primero que hacían es rendirle culto al 'Baco de Chinchón'. Y decidí preguntarles al respecto. Y respondieron que el anís en ayunas era lo mejor para matar el gusanillo. Mucho más que la ingesta de alimentos. Aunque el poeta dijo, en su momento, que el supuesto gusanillo no parece ser otra cosa que el hambre matutina, que roe el estómago del famélico igual que el gusano de la conciencia roe insidiosamente las almas de los arrepentidos. Aunque lo primero es lo primero. Y cuando el hambre aprieta...
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