En marzo hará dos años que el Covid-19 empezó a matar y sembró el pánico en todo el orbe. Cuando entonces, un amigo me llamó por teléfono para preguntarme por cómo lo estaba pasando y le conté que mi canguelo iba en aumento. Dado que las defunciones se producían sin solución de continuidad, debido a que el desconocimiento de la infección era palpable. Por más que el personal en los hospitales trabajaba a destajo, sin medios y por consiguiente exponiendo sus vidas.
Mi amigo, no sé si para darse pote de valor sereno, me respondió así: "El primer gran mandamiento es no permitir que nada te asuste". Y remató la faena citando a Marlene Dietrich (María Magdalena von Losch): ¿Miedo a la muerte? Uno debe temerle a la vida, no a la muerte. Es más, Manolo, tú lo que tienes es Calentura de pollo. La misma que se ha extendido por toda Andalucía. Y, claro es, me dejó boquiabierto; asombrado por la contestación recibida. Así que estuve en un tris de mandarlo al carajo... Y perdonen la expresión.
Pasado un mes de nuestra conversación, mi amigo tuvo la desgracia de coger el virus. Y me consta que el pobre lo pasó muy mal. Tan mal como para que me dijera que le había visto las orejas al lobo. Todo lo que te diga es poco, Manolo. Hasta el punto de que no cesaba de invocar a la patrona de nuestro pueblo. Ahora bien, debo decirte que me ha quedado la Calentura del pollo... Es decir, la que tú, Antonio, me achacabas a mí sin venir a cuento. Pues bien, explícame de qué trata esa calentura.
Verás, Manolo, en Andalucía, tener la calentura del pollo se refiere al hipocondriaco que se pasa la vida maquinando enfermedades y que ante el más leve síntoma organiza en su mente la peor de las situaciones; aprensivo que cree estar enfermo y se toma la temperatura varias veces al día. Tiene que ver también con la expresión popular que dice: "Calentura de pollo, por comer gallina", alusivo a quien finge enfermedad para que le traten con mimo y no tener que ir a trabajar. Sintagma insultante.
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