Un equipo es como un buen reloj: si se pierde una pieza, todavía es bonito, pero ya no funciona igual. La frase es de Ruud Gullit, considerado uno de los mejores jugadores del mundo de los años 80 y principios de los 90. El Madrid no carbura sin Benzema. Y mucho menos jugando a lo que salga con Marco Asensio de delantero centro. El mallorquín ni flotaba ni inquietaba a sus marcadores. Lo cual unido al cansancio de Vinicius y al escaso rendimiento de Rodrygo, el equipo blanco lo confiaba todo a su defensa. Y a fe que sus dos centrales evitaron una derrota que pudo ser mayor.
La presión de los jugadores del Athletic fue tan alta como intensa desde el primer momento. Así que el dominio de los vascos fue absoluto. Chaparrón que aguantó con firmeza la defesa merengue. Gracias a esa solidez de la zaga, el juego de los bilbaínos no se tradujo en goles. Desacertada dirección del partido por parte de Ancelotti. Me explico: si Marco Asencio jugaba como falso nueve, lo lógico hubiera sido que los espacios que éste creaba debían ser ocupados por los extremos y entradas de los laterales por la banda correspondiente. Amén de dejar sin referencia de marcaje a Yeray e Íñigo Martínez. Que así suelen despistarse.
La primera parte del Madrid fue horrible. El centro del campo anduvo perdido y nunca pudo con la pujanza de Dani García, Vesga y las ayudas de Muniain y Raúl García. El 4-4-2 de los vascos se adueño de la situación desde el primer momento. La segunda parte fue más de lo mismo. Pero cuando parecía que el Madrid con los cambios podría disputar la prórroga, Casemiro tuvo la mala idea de pasar en corto un balón cerca del área cuando sus compañeros estaban todos marcados y apenas había espacios libres en esa zona peligrosa. El mediocentro sigue naufragando.
Insisto: el Madrid sin Benzema no funcional igual. Pero el técnico de un equipo grande debe evitar que la baja del futbolista francés no se note tanto. No basta con decirle a Marco Asensio que ocupe esa demarcación, sino que está obligado a crear un sistema de juego adecuado a las circunstancias. Y es ahí donde Carlo Ancelotti se durmió en los laureles. Y, claro, le costó la eliminación de la Copa del Rey. O sea.
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