Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 1 de agosto de 2022

El covid-19 ha vuelto a las andadas

Tras dos años temiendo ser contagiado de covid-19. Enclaustrado y sometido a la pena de saber que la gente se moría a chorros. Que los médicos no daban abasto en los hospitales. Que faltaban camas y medios para hacerle frente a un virus maligno. Comprobar desde el balcón que la calle estaba desierta y tomada por las autoridades, y oyendo las noticias que me llegaban a través de los medios de comunicación, me acordé de una frase que me dijo un amigo en un momento difícil para él: "Lo mejor de la vida es que termina". Quien así se expresaba era un tipo activo y a la vez nihilista.  Y pensé, inmediatamente, no es que sea lo mejor, es que es lo real.

Los griegos ya vislumbraron que la condición de "mortal" era, por ambivalente, mucho más profunda que la de inmortal; que sin muerte no hay medida, ni hay intensidad. Leo que Circe -¿o fue Calipso?- ofreció a Ulises la inmortalidad, y Ulises la rechazó. El tramposo y desconfiado Ulises debió comprender en el  acto la falacia de la oferta. La inmortalidad es un mito de consolación para héroes infantiles, y Ulises es un tipo muy avisado. Más todavía: Ulises, narrador lleno de recursos, es quien se ha inventado la historia de la diosa que le ofrece ser dios. 

La Odisea, que servidor ha leído, es un relato lleno de embustes que no está contado por ningún idiota, como bien decía Salvador Pániker. Un relato que se desmiente a sí mismo. Ulises pretende haber escuchado cantos de sirenas, seducido ninfas y conquistado ciudades, pero finalmente retorna a su idea pedregosa para morir, ya viejo, en brazos de su esposa. Ulises, el realista, tras haber desahogado su imaginario, escoge la contradicción de ser real. Porque sabe muy bien que no hay otra alternativa.

La Odisea es la fábula de la finitud finalmente asumida. Y quien la asume es un personaje sibilino y muy bregado que conoce la profunda ambivalencia del vivir. Sólo los dioses -y esto también lo explicará Horacio- disfrutan de una existencia sin riesgos. Es decir, sólo los dioses no existen. Por consiguiente, quienes existimos, tras haber pasado dos años temiendo ser contagiados de Covid-19, nos sobrecogemos cuando se nos dice que el virus ha vuelto a las andadas. Y no sabemos a quién invocar. 




 


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