Hace ya muchos años que Emilio Lamorena me llama por teléfono en estas fechas. Llamada alegrante porque me consta que él suele hacerlo con todas las personas a las que estima como amigo. Lo cual no quiere decir que comparta muchas opiniones conmigo. Hoy, como cada diciembre, le he recordado que fue un 18 de este mes, del año 1982, cuando hablamos por primera vez en el salón de estar del Hotel Puerto Bahía (El Puerto de Santa María).
Era sábado y el domingo jugaba la Asociación Deportiva frente a un Portuense que era capaz de llenar su estadio como nunca antes había ocurrido. En ese establecimiento hostelero, situado en la Playa de Valdelagrana, estaban alojados los dos equipos y Emilio formaba parte de la expedición 'caballa'. No recuerdo si nos presentó algún amigo en común o bien que él me abordó para ver si yo era accesible y estaba dispuesto a charlar de fútbol cuando la medianoche estaba a punto de aparecer.
Lo que no he olvidado es que nuestra charla sobre el deporte rey duró lo justo para cerciorarme de que mi contertulio hablaba muy bien y trataba por todos los medios de no meter la pata ante un profesional del balompié. No sé el motivo por el que la conversación dio un giro y salió a relucir la política. Y ahí comprendí que estaba ante un señor con las ideas muy claras para destacar en la política activa durante ese periodo histórico de la transición a la democracia.
En aquel entonces, Emilio me preguntó: "¿Es posible que te veamos de entrenador en la A D Ceuta?". No lo sé. Pues tengo una oferta del Xerex Club Deportivo. La cual me ha trasladado José Luis Riera, su director técnico. Lo que sí te puedo asegurar es que ya le he dicho a Francisco Ferrer Palacios, presidente del Portuense, que vaya buscando mi sustituto. Lejos estaba yo de pensar, entonces, que meses después arribaría a Ceuta para entrenar a su equipo y asimismo para tomar dos decisiones importantes en mi vida: dejar la profesión de entrenador y quedarme a vivir en esta ciudad
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