Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 22 de enero de 2015

El poder de Juan Vivas

El día 8 del próximo febrero, nuestro alcalde cumplirá, así como quien no quiere la cosa, 14 años en el cargo. Cierto es que fue aupado al mismo tras una designación a dedo pactada por dirigentes de su partido -en 2001- con los tránsfugas del GIL. Voto de censura que se fraguó no sólo para darle matarile político a Antonio Sampietro, sino también para enviar a Jesús Fortesal ostracismo político. A quien se le achacaba, entre otras cosas que no creo de recibo contar, no haber sabido ganarse el favor de José María Aznar en su día. Lo cual se reflejaba, según supe en su momento, en la falta de ayuda del Gobierno de España a los ceutíes.

Ahora bien, hay que decir, cuanto antes, que Juan Vivas ganó las tres elecciones celebradas, desde entonces, con mayorías absolutas. Y, según todas las predicciones al respecto, se dispone a ganar la cuarta. Aunque en las urnas de mayo pueda perder algunos concejales. Lo cual tampoco mermaría el poder absoluto con el que viene gobernando Ceuta desde hace casi tres lustros. Me explico: en esta ciudad nada se hace sin el consentimiento de Vivas. Y, desde luego, llevarle la contraria, al margen de hacer oposiciones para ingresar en una especie de lista negra, ha supuesto siempre recibir, además, las críticas acerbas de todas esas personas que, desde el primer día, lo entronizaron en altar pagano con ínfulas de político imprescindible.

No pocas veces he oído decir, en tertulias y corrillos, a personas muy preparadas de esta ciudad, sin el menor recato, que no se imaginan una Ceuta sin Vivas desempeñando su labor como alcalde. Y, desde luego, los que no comulgan con la forma de ser del alcalde, que los hay, antes de pronunciarse suelen mirar hacia todos los lados, no vaya a ser que el correveidile de turno tenga la oportunidad de congraciarse rápidamente en el lugar adecuado al efecto.

La forma de ser de Juan Vivas es la idónea para que sus heraldos no cesen de anunciar que estamos ante una persona sensacional y, por tanto, ante un político extraordinario, que no nos merecemos. Y pobre de quien decida debatir el asunto con estos mensajeros dedicados a comunicarnos la enorme suerte que tenemos porque nos gobierne alguien tan repleto de valores. Mentiría si no dijera que yo me precio de conocer bien a nuestro alcalde. A quien, a pesar de que hemos disentido de muchas cosas y éstas han sido causas de desencuentros duraderos y en ocasiones desagradables, le profeso afecto. Quizá más que el que dicen tenerle no pocos de esos que llevan disfrutando de canonjías con las que el poder, casi omnímodo de la primera autoridad de esta ciudad, se permite el lujo de proporcionar.

Juan Vivas ha construido lo que llaman su buen talante, tan celebrado por propios y extraños, y que sigue siendo el motivo principal por el cual continúa manteniéndose en la cresta de la ola política, haciendo algo muy difícil: tratar en todo instante de deleitar a los ciudadanos con su carácter jovial. El que ha lucido, salvo raras excepciones, todos los días y fiestas de guardar, aunque en esos momentos careciera hasta de ganas de mirarse en el espejo. Todo un sacrificio. Amén de ser un maestro en el arte de ocultar sus debilidades.

En rigor, nuestro alcalde, en tiempos revueltos, es de los pocos alcaldes de esta España donde los parados son multitud, que tienen asegurada la victoria en las urnas primaverales. No obstante, no todo el monte es orégano para él. Veamos, si acaso el Partido Popular pierde la mayoría absoluta en las elecciones generales, y surge un frente popular que se hace con La Moncloa, mucho me temo que Juan Vivas tendría que echar mano de su ser demiurgo para poder soportar los embates desde la plaza de los Reyes. Entonces, alcalde, de producirse ese hecho, quien escribe, con su modestia habitual, estaría de su parte. Por el bien de esta ciudad.

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