En la segunda quincena de enero pasado, estuve yo un día de cháchara, durante la hora del aperitivo, con alguien que cree conocer muy bien a José Antonio Carracao. Y, claro, aproveché la ocasión para requerir su parecer acerca del político que aspira a desbancar a Juan Vivas de la alcaldía. Mi interlocutor no dudó en pronunciarse con celeridad: "Aún está crudo... Pero hay que reconocerle los esfuerzos que viene haciendo para poder estar a la altura de las circunstancias".
O sea, lo que me estás diciendo es que el secretario general de los socialistas de Ceuta no está aún suficientemente maduro para disputarle con posibilidades de éxito unas elecciones al candidato del Partido Popular. Que le falta un hervor, vamos. "Más o menos es como tú bien dices, Manolo", me respondió la persona que lleva ya mucho tiempo tratando con el hombre que, casi todos los días, se las viene teniendo tiesas con Emilio Carreira: consejero de Hacienda y portavoz del gobierno.
A José Antonio Carracao no se le puede negar ni la voluntad ni el valor con que se viene manifestando en contra del gobierno local. Desde hace años, raro es el día en el cual no alza la voz contra Vivas. Denunciando actuaciones que él considera punibles y, por tanto, merecedoras de ponerlas a disposición de la Justicia. En realidad, todo hay que decirlo, casi ninguna prospera. Aunque él tiene el derecho a fiscalizar y acusar, exponiéndose, ¡claro!, a lo que ello trae consigo si acusa sin pruebas.
Ahora bien, cuál es el motivo para que Carracao, tan entregado a su tarea de acoso y derribo al gobierno presidido por Vivas, no logre ganarse ni el afecto ni el respeto de los ceutíes en la medida que él desea y necesita para tener posibilidades de ganar las elecciones. Esa es la pregunta que él debería hacerse y, sobre todo, ser capaz de responderse sin darse un ápice de coba. Y si el secretario general de los socialistas ceutíes no está dispuesto a pasar por ese trance, bien haría alguien de su partido en ponerle en un brete al respecto.
A nuestro hombre, es decir, a Carracao, le falta, además de esa madurez política de la que me hablaba la persona que decía conocerle más que bien, darse cuenta de que el secreto del éxito de los políticos consiste en saber hablar. En saber decir las cosas más banales de manera interesante, y las cosas aburridas, de manera agradable. Ser un seductor de la profesión. Tener lo que se llama "estilo oratorio". Lo cual se consigue con aptitudes e hincando los codos.
Cierto es que Azaña decía algo que concierne a este asunto: "Prefiero a un político que no sea elocuente y que acierte en sus decisiones a otro con reconocido piquito de oro y que sea un desastre". Yo estoy de acuerdo con ello. Si bien no dejo de reconocer también que para ser alcalde de Ceuta, que es de lo que se trata, primero hay que ganar las elecciones hablando con fluidez y persuasión. Lo cual no deja de ser tarea indispensable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.