Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 8 de marzo de 2015

Paseo matinal

Amanece un domingo que ya vaticina la llegada de la primavera. Y, aunque mi garganta sigue emperrada en ocasionarme molestias, no desisto de caminar por la ciudad. Y en el Paseo de las Palmeras, que otrora fue sitio de encuentro de los ceutíes y ahora es vía poco transitada, me tropiezo con José Antonio Muñoz: editor de "El Pueblo de Ceuta". Y, dado que seguimos manteniendo muy buenas relaciones, conversamos. Charla que me permite quedar enterado de lo bien que se está recuperando Ángel Muñoz -hijo de José Antonio, y amigo mío- de una intervención quirúrgica. La noticia me alegra la mañana.

En la plaza de la Constitución hallo a un conocido de toda la vida, como se suele decir en estos casos, que desea saber, a buenas horas, mangas verdes, los motivos que yo he tenido para dejar de escribir en la contraportada del periódico que, durante muchos años, se distinguió por defender la causa del Partido Popular. Aun a costa de recibir críticas acerbas y tratamientos tan injustos como inmerecidos. Por educación y porque me consta que ha sido siempre lector de cuanto escribo, le respondo lo justo para complacerle. Y el hombre, sin mala intención, va y se expresa así: "A ti te gusta tanto escribir que, seguramente, lo volverás a hacer sin mirar la cuestión crematística".

Y a punto estuve de decirle una guasa. Pero, rápido de reflejos, con el fin de no ganarme un enemigo más, opté por contarle la siguiente anécdota, y que mi interlocutor, todo hay que decirlo, escuchó con suma atención: Gonzalo Fernández de la Mora,  escritor reaccionario con cualidades, un día va a ver a Azorín y le cuenta, acalorado, que él escribe por salvar y cantar la patria, regenerar España, explicar a Dios y otros misterios. El maestro le responde, tranquilo: "Yo escribo para comer". Mi conocido dio muestras de sentirse muy satisfecho con mi contestación. Mejor así.

Se suscita una conversación en la barra de la cafetería que suelo frecuentar casi todos los días, a media mañana. Y sale a relucir algo tan difícil de definir como es la felicidad. Y, una vez que los contertulios se atrevieron a dar su opinión al respecto, emití mi parecer, y hasta me atreví a poner como ejemplo a nuestro alcalde. "La felicidad es la realización en los años maduros de la vida de los ideales soñados en la juventud". Juan Vivas, según tengo entendido, siempre quiso ser alcalde de su pueblo. Y me consta que su padre, con quien mantuve muy buenas relaciones, durante mucho tiempo, llegó un día y lo animó a que se hiciera político profesional.

Nada más opinar de la felicidad de JV, salió a relucir el tono empleado por nuestro alcalde en la conferencia del miércoles pasado. Y que ha sido motivo de críticas por parte de algunos miembros de la oposición. Críticas que éstos están en su derecho de hacer y de propalar. Cierto es que el tono de un gobernante debe ser elegante, sencillo y amable, sin alardear de hechos que, siendo ciertos, suenan al castizo mecachis qué guapo soy. Pues bien, a mí no me pareció que nuestro alcalde sacara pecho. Y, si lo hizo, conviene disculparle porque está ya en campaña electoral. Y todos los políticos acostumbran a darse pote.

Caminando de regreso hacia mi casa, y estando a la altura del edificio municipal, me cruzo con Arillo y Antonio Márquez Muñoz. Y, lógicamente, se impone parada y charla. El primero, como madridista acérrimo que es, muestra en su rostro las huellas de haber pasado una noche toledana, tras el desastre de su equipo en San Mamés. El segundo, que es propietario del Restaurante La Peña, situado en el Parque Marítimo del Mediterráneo, me anticipa que el viernes próximo inaugurará un segundo comedor. Y acepto su invitación. Como no podía ser de otra manera.

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